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El rey Salomón hizo doscientos grandes escudos de oro trabajado a martillo, empleando para cada uno seiscientos siclos de oro, (II Crónicas 9, 15)
y trescientos escudos más pequeños, también de oro trabajado a martillo, empleando para cada uno trescientos siclos de oro. Luego el rey los ubicó en la sala llamada Bosque del Líbano. (II Crónicas 9, 16)
Los primeros gobernadores que me habían precedido gravaban al pueblo, exigiéndole cada día pan y vino por valor de cuarenta siclos de plata, y también sus funcionarios tiranizaban al pueblo. Yo, en cambio, no obré de esa manera por temor a Dios. (Nehemías 5, 15)
Por mi parte, daré cada año quince mil siclos de plata, que se tomarán de los ingresos del rey en los lugares apropiados. (I Macabeos 10, 40)
Además, los cinco mil siclos de plata que se solían recaudar cada año de los ingresos del Santuario quedarán condonados en beneficio de los sacerdotes que ejercen el culto. (I Macabeos 10, 42)
El Amado: Salomón tenía una viña en Baal Hamón; la confió a unos cuidadores, y cada uno le traía mil siclos de plata por sus frutos. (Cantar 8, 11)
Mi viña es sólo para mí, para ti, Salomón, son los mil siclos, y doscientos para los cuidadores. (Cantar 8, 12)
Aquel día, todo lugar donde había mil plantas de vid, a un valor de mil siclos de plata, se cubrirá de cardos y espinas. (Isaías 7, 23)
compré a Janamel, el hijo de mi tío, el campo que está en Anatot, y le pesé la plata: diecisiete siclos de plata. (Jeremías 32, 9)
Cada día pesarás una ración de veinte siclos, y la comerás a una hora determinada. (Ezequiel 4, 10)
El siclo será de veinte gueras. Veinte siclos más veinte siclos y quince siclos serán para ustedes una mina. (Ezequiel 45, 12)
Yo la compré por quince siclos de plata, y por una carga y media de cebada. (Oseas 3, 2)