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Al día siguiente, Pablo tomó consigo a esos hombres, se purificó con ellos y entró en el Templo. Allí hizo saber cuándo concluiría el plazo fijado para la purificación, es decir, cuándo debía ofrecerse la oblación por cada uno de ellos. (Hechos 21, 26)
El tribuno se acercó, tomó a Pablo y mandó que lo ataran con dos cadenas; después preguntó quién era y qué había hecho. (Hechos 21, 33)
Festo tomó la palabra, diciendo: «Rey Agripa y todos los que están aquí presentes, ustedes ven a este hombre, por quien toda la comunidad judía ha venido a verme, tanto aquí como en Jerusalén, insistiendo a gritos que no había que dejarlo vivir más. (Hechos 25, 24)
Después que dijo esto, tomó pan, dio gracias a Dios delante de todos, lo partió y se puso a comer. (Hechos 27, 35)
Hubo un tiempo en que yo vivía sin Ley, pero al llegar el precepto, tomó vida el pecado, (Romanos 7, 9)
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, (I Corintios 11, 23)
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en memoria mía». (I Corintios 11, 25)
Efectivamente, cuando Moisés promulgó delante de todo el pueblo cada uno de los mandamientos escritos en la Ley, tomó la sangre de novillos y chivos -junto con el agua, la lana escarlata y el hisopo- y roció el Libro y también a todo el pueblo, (Hebreos 9, 19)
Al afirmar esto, ellos no tienen en cuenta que hace mucho tiempo hubo un cielo, y también una tierra brotada del agua que tomó consistencia en medio de las aguas por la palabra de Dios. (II Pedro 3, 5)
El Cordero vino y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado en el trono. (Apocalipsis 5, 7)
Cuando tomó el libro, los cuatro Seres Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron ante el Cordero. Cada uno tenía un arpa, y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los Santos, (Apocalipsis 5, 8)
Después el Ángel tomó el incensario, lo llenó con el fuego del altar y lo arrojósobre la tierra. Y hubo truenos, gritos, relámpagos y un temblor de tierra. (Apocalipsis 8, 5)