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El año tercero de Ciro, rey de Persia, una palabra fue revelada a Daniel, por sobrenombre Beltsassar. Palabra verdadera: gran lucha. El comprendió la palabra; le fue dada en visión su inteligencia. (Daniel 10, 1)
Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa de Dios; (Daniel 13, 2)
Tenía puesto el velo, pero aquellos miserables ordenaron que se le quitase el velo para saciarse de su belleza. (Daniel 13, 32)
Tenían los babilonios un ídolo, llamado Bel, con el que se gastaban cada día doce artabas de flor de harina, cuarenta ovejas y seis medidas de vino. (Daniel 14, 3)
El rey le dijo: «¿Por qué no adoras a Bel?» El respondió: «Porque yo no venero a ídolos hechos por mano humana, sino solamente al Dios vivo que hizo el cielo y la tierra y que tiene poder sobre toda carne.» (Daniel 14, 5)
Díjole el rey: ¿Crees que Bel no es un dios vivo? ¿No ves todo lo que come y bebe a diario?» (Daniel 14, 6)
Entonces el rey, montando en cólera, mandó llamar a sus sacerdotes y les dijo: «Si no me decís quién es el que come este dispendio, moriréis; pero si demostráis que el que lo come es Bel, morirá Daniel por haber blasfemado contra Bel.» (Daniel 14, 8)
Daniel dijo al rey: «¡Hágase según tu palabra!» Eran setenta los sacerdotes de Bel, sin contar las mujeres y los hijos. (Daniel 14, 9)
El rey se dirigió, pues, con Daniel al templo de Bel, (Daniel 14, 10)
y los sacerdotes de Bel le dijeron: «Mira, nosotros vamos a salir de aquí; tú, oh rey, manda poner la comida y el vino mezclado; luego cierra la puerta y séllada con tu anillo; si mañana por la mañana, cuando vuelvas, no encuentras que Bel se lo ha comido todo, moriremos nosotros; en caso contrario, morirá Daniel que nos ha calumniado.» (Daniel 14, 11)
En cuanto salieron y el rey depositó la comida ante Bel, (Daniel 14, 13)
Nada más abierta la puerta, el rey echó una mirada a la mesa y gritó en alta voz: «¡Grande eres, Bel, y no hay en ti engaño alguno!» (Daniel 14, 18)