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De David. Ataca, Yahveh, a los que me atacan, combate a quienes me combaten; (Salmos 35, 1)
Los hijos de Efraím, diestros arqueros, retrocedieron el día del combate; (Salmos 78, 9)
has embotado el filo de su espada, y no le has sostenido en el combate. (Salmos 89, 44)
Oh Yahveh, Señor mío, fuerza de mi salvación, tú cubres mi cabeza el día del combate. (Salmos 140, 8)
De David. Bendito sea Yahveh, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la batalla; (Salmos 144, 1)
Recogido el botín, Judas tomó para sí la espada de Apolonio y en adelante entró siempre en combate con ella. (I Macabeos 3, 12)
y entraron en combate. Salieron derrotados los gentiles y huyeron hacia la llanura. (I Macabeos 4, 14)
Viéndolo se llenaron de pavor y al ver por otro lado en la llanura el ejército de Judas dispuesto para el combate, (I Macabeos 4, 21)
Vinieron a las manos y cayeron en el combate unos 5.000 hombres del ejército de Lisias. (I Macabeos 4, 34)
Cuando Judas llegó al borde del torrente de agua, situó a los escribas del pueblo a la orilla y les dio esta orden: «No dejéis acampar a nadie; que todos vayan al combate.» (I Macabeos 5, 42)
Al querer señalarse tomando parte imprudentemente en el combate, cayeron aquel día algunos sacerdotes. (I Macabeos 5, 67)
A los elefantes les habían mostrado zumo de uvas y moras para prepararlos al combate. (I Macabeos 6, 34)