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  • Regaré el país con tus despojos, con tu sangre, sobre los montes, y los barrancos se llenarán de ti. (Ezequiel 32, 6)

  • Oscureceré por tu causa todos los astros que brillan en el cielo, y traeré tinieblas sobre tu país, oráculo del Señor Yahveh. (Ezequiel 32, 8)

  • Cuando yo convierta a Egipto en desolación, y el país sea despojado de cuanto contiene, cuando hiera a todos los que lo habitan, sabrán que yo soy Yahveh. (Ezequiel 32, 15)

  • Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo. Les dirás: Si yo hago venir la espada sobre un país, y la gente de ese país escoge a uno de los suyos y le ponen como centinela; (Ezequiel 33, 2)

  • y éste, al ver venir la espada sobre el país, toca el cuerno para advertir al pueblo: (Ezequiel 33, 3)

  • Haré brotar para ellos un plantío famoso; no habrá más víctimas del hambre en el país, ni sufrirán más el ultraje de las naciones. (Ezequiel 34, 29)

  • Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Gog, en el país de Magog, príncipe supremo de Mesek y Túbal, y profetiza contra él. (Ezequiel 38, 2)

  • Luego se escogerán hombres que recorran constantemente el país y entierren a los que hayan quedado por el suelo, para purificarlo. Al cabo de siete meses empezarán su búsqueda. (Ezequiel 39, 14)

  • Cuando, al recorrer el país, alguno de ellos vea huesos humanos, pondrá al lado una señal hasta que los sepultureros los entierren en el valle de Hamón Gog, (Ezequiel 39, 15)

  • Ellos olvidarán su ignominia y todas las infidelidades que cometieron contra mí, cuando vivan seguros en su país, sin que nadie los inquiete. (Ezequiel 39, 26)

  • El Señor entregó en sus manos a Yoyaquim rey de Judá, así como parte de los objetos de la Casa de Dios. El los llevó al país de Senaar y depositó los objetos en la casa del tesoro de sus dioses. (Daniel 1, 2)

  • Y ahora, Señor Dios nuestro, que con mano fuerte sacaste a tu pueblo del país de Egipto y te granjeaste con ello un nombre que dura hasta el presente, nosotros hemos pecado, hemos sido malos. (Daniel 9, 15)


“Não desperdice suas energias em coisas que geram preocupação, perturbação e ansiedade. Uma coisa somente é necessária: elevar o espírito e amar a Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina