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• Meneará su cabeza, batirá palmas, cuchicheará mucho y mudará de cara. (Eclesiástico 12, 18)

• Y al extender vosotros vuestras palmas, me tapo los ojos por no veros. Aunque menudeéis la plegaria, yo no oigo. Vuestras manos están de sangre llenas: (Isaías 1, 15)

• Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada, tus muros están ante mí perpetuamente. (Isaías 49, 16)

• Sí, con alegría saldréis, y en paz seréis traídos. Los montes y las colinas romperán ante vosotros en gritos de júbilo, y todos los árboles del campo batirán palmas. (Isaías 55, 12)

• Y entonces oí una voz como de parturienta, gritos como de primeriza: era la voz de la hija de Sión, que gimiendo extendía sus palmas: «¡Ay, pobre de mí, que mi alma desfallece a manos de asesinos!» (Jeremías 4, 31)

• Sámek. Sobre ti baten palmas todos los que pasan de camino; silban y menean la cabeza sobre la hija de Jerusalén. «¿Esa es la ciudad que llamaban la Hermosa, la alegría de toda la tierra?» (Lamentaciones 2, 15)

• Y tú, hijo de hombre, profetiza y bate palmas. ¡Golpee la espada dos, tres veces, la espada de las víctimas, la espada de la gran víctima, que les amenaza en torno! (Ezequiel 21, 19)

• Yo también batiré palmas, saciaré mi furor. Yo, Yahveh, he hablado. (Ezequiel 21, 22)

• Mira, yo voy a batir palmas a causa de los actos de pillaje que has cometido y de la sangre que corre en medio de ti. (Ezequiel 22, 13)

• Así dice el Señor Yahveh: Por haber batido palmas y haber pataleado, por haberte alegrado, con todo tu desprecio y animosidad, a costa de la tierra de Israel, (Ezequiel 25, 6)

• En esto una mano me tocó, haciendo castañear mis rodillas y las palmas de mis manos. (Daniel 10, 10)

• ¡No hay remedio para tu herida, incurable es tu llaga! Todos los que noticia de ti oyen baten palmas sobre ti; pues ¿sobre quién no pasó sin tregua tu maldad? (Nahún 3, 19)