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Si tu hermano, hijo de tu padre o hijo de tu madre, tu hijo o tu hija, la esposa que reposa en tu seno o el amigo que es tu otro yo, trata de seducirte en secreto diciéndote: «Vamos a servir a otros dioses», desconocidos de ti y de tus padres, (Deuteronomio 13, 7)
algunos hombres, malvados, salidos de tu propio seno, han seducido a sus conciudadanos diciendo: «Vamos a dar culto a otros dioses», desconocidos de vosotros, (Deuteronomio 13, 14)
Sin embargo podrás destruir y cortar los árboles que sabes que no son frutales, y hacer con ellos obras de asedio contra esa ciudad que está en guerra contigo, hasta que caiga. (Deuteronomio 20, 20)
servirás a los enemigos que Yahveh enviará contra ti, con hambre, sed, desnudez y privación de todo. El pondrá en tu cuello un yugo de hierro hasta que te destruya. (Deuteronomio 28, 48)
Te asediará en todas tus ciudades, hasta que caigan en toda tu tierra tus murallas más altas y más fortificadas, en las que tú ponías tu confianza. Te asediará en tus ciudades, en toda la tierra que te haya dado Yahveh tu Dios. (Deuteronomio 28, 52)
Comerás el fruto de tus entrañas, la carne de tus hijos y tus hijas que te haya dado Yahveh tu Dios, en el asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo. (Deuteronomio 28, 53)
negándose a compartir con ellos la carne de sus hijos que se comerá, al quedarle ya nada en el asedio y la angustia a que tu enemigo te reducirá en todas tus ciudades. (Deuteronomio 28, 55)
a las secundinas salidas de su seno y a los hijos que dé a luz, pues los comerá a escondidas, por la privación de todo, en el asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo en todas tus ciudades. (Deuteronomio 28, 57)
Si alguien, después de haber oído las palabras de esta imprecación, se las promete felices en su corazón diciendo: «Aunque me conduzca en la terquedad de mi corazón, todo me irá bien, puesto que la abundancia de agua quitará la sed», (Deuteronomio 29, 18)
¡Sed fuertes y valerosos!, no temáis ni os asustéis ante ellos, porque Yahveh tu Dios marcha contigo: no te dejará ni te abandonará.» (Deuteronomio 31, 6)
Sucedió, pues, que Adoni Sédeq, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué se había apoderado de Ay y la había consagrado al anatema, haciendo con Ay y su rey como había hecho con Jericó y su rey, y de que los habitantes de Gabaón habían hecho las paces con Israel y que estaban en medio de Israel. (Josué 10, 1)
Entonces Adoni Sédeq, rey de Jerusalén, mandó a decir a Hohán, rey de Hebrón, a Piram, rey de Yarmut, a Yafia, rey de Lakís, y a Debir, rey de Eglón: (Josué 10, 3)