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  • todo el país de los cananeos, desde Ava de los sidonios hasta Afec y hasta la frontera de los amorreos; (Josué 13, 4)

  • Pero no pudieron echar de Guézer a los cananeos que vivían allí, y los cananeos viven todavía allí junto con Efraín, pero sometidos a tributo. (Josué 16, 10)

  • Pero los hijos de Manasés no pudieron posesionarse de estas ciudades, y los cananeos continuaron viviendo en aquella región. (Josué 17, 12)

  • Cuando los israelitas fueron poderosos, sometieron a los cananeos a tributo, pero no los echaron de allí. (Josué 17, 13)

  • Los hijos de José replicaron: "La montaña no nos basta; pero los cananeos que viven en la llanura tienen carros de hierro, lo mismo que los de Betsán y sus aldeas y los de la llanura de Yezrael". (Josué 17, 16)

  • porque la montaña será vuestra; si es selva, la roturaréis y será vuestra con sus términos, porque vosotros echaréis de allí a los cananeos, aunque tengan carros de hierro y sean fuertes". (Josué 17, 18)

  • Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó. Los jefes de Jericó combatieron contra vosotros, así como los amorreos, los fereceos, los cananeos, los hititas, los guirgaseos, los heveos y los jebuseos, pero yo los entregué en vuestras manos. (Josué 24, 11)

  • Después de la muerte de Josué, los israelitas consultaron al Señor: "¿Quién de nosotros subirá el primero para luchar contra los cananeos?". (Jueces 1, 1)

  • Entonces Judá dijo a Simeón, su hermano: "Sube conmigo al territorio que me ha tocado en suerte para luchar contra los cananeos; después lucharé yo contigo en tu territorio". Y Simeón se le unió. (Jueces 1, 3)

  • Judá subió, y el Señor puso en sus manos a los cananeos y a los fereceos; derrotaron en Bézec a diez mil de ellos, (Jueces 1, 4)

  • Después bajaron a atacar a los cananeos que vivían en la montaña, el Negueb y la Sefela. (Jueces 1, 9)

  • Atacaron también a los cananeos que vivían en Hebrón. Hebrón se llamaba antiguamente Quiriat Arbá. Y derrotaron a Sesay, a Ajimán y a Talmay. (Jueces 1, 10)


“Devo fazer somente a vontade de Deus e, se lhe agrado, o restante não conta.” São Padre Pio de Pietrelcina