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  • Después dijo: "¡He ahí al hombre, que ha llegado a ser como uno de nosotros por el conocimiento del bien y del mal! ¡No vaya ahora a tender su mano y tome del árbol de la vida, y comiendo de él viva para siempre!". (Génesis 3, 22)

  • Caín será vengado siete veces; Lamec lo será setenta y siete". (Génesis 4, 24)

  • Lot alzó sus ojos y vio toda la llanura del Jordán enteramente regada -esto era antes de que el Señor destruyera Sodoma y Gomorra-, y aquella llanura hasta Soar era como el jardín del Señor y como el país de Egipto. (Génesis 13, 10)

  • Voy a bajar a ver si realmente han obrado o no según las quejas que han llegado hasta mí; lo voy a comprobar". (Génesis 18, 21)

  • ¡Pronto! Escápate allá, porque yo no podré hacer nada hasta que tú no hayas llegado". Por eso aquella ciudad se llama Soar. (Génesis 19, 22)

  • Abimelec se levantó de madrugada y llamó a todos sus servidores. Les refirió todo lo ocurrido, y aquellos hombres se llenaron de miedo. (Génesis 20, 8)

  • Abrahán se levantó de madrugada, aparejó su asno, tomó consigo dos criados y a su hijo Isaac, partió la leña para el holocausto y se encaminó hacia el lugar que Dios le había dicho. (Génesis 22, 3)

  • Y el ángel le dijo: "No lleves tu mano sobre el muchacho, ni le hagas mal alguno. Ya veo que temes a Dios, porque no me has negado a tu hijo, tu hijo único". (Génesis 22, 12)

  • y le dijo: "Juro por mí mismo, palabra del Señor, que, por haber hecho esto y no haberme negado tu hijo único, (Génesis 22, 16)

  • Quedarás libre del juramento que me haces solamente cuando hayas llegado a mi familia y no te la hayan querido dar. (Génesis 24, 41)

  • Entonces Abimelec dio esta orden al pueblo: "El que toque a este hombre o a su mujer será castigado con la muerte". (Génesis 26, 11)

  • Abimelec dijo a Isaac: "Vete de aquí, porque has llegado a ser más poderoso que nosotros". (Génesis 26, 16)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina