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  • El Señor bendijo a Ana, que concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. El joven Samuel crecía en la presencia del Señor. (I Samuel 2, 21)

  • Por su parte, el joven Samuel iba creciendo, se hacía grato al Señor y a los hombres. (I Samuel 2, 26)

  • El joven Samuel estaba al servicio del Señor con Elí. En aquel tiempo era raro oír la palabra de Dios, y las visiones no eran frecuentes. (I Samuel 3, 1)

  • Saúl le respondió: "No puedes ir contra este filisteo y luchar con él, porque tú eres joven y él es hombre de guerra desde su juventud". (I Samuel 17, 33)

  • Miró el filisteo, vio a David y le despreció, porque era joven, rubio y de buena presencia. (I Samuel 17, 42)

  • Cuando Saúl vio a David salir al encuentro del filisteo, preguntó a Abner, jefe del ejército: "¿De quién es hijo este joven, Abner?". Abner respondió: "Por tu vida, oh rey, que no lo sé". (I Samuel 17, 55)

  • Al día siguiente por la mañana, Jonatán salió al campo, según el convenio que había hecho con David. Le acompañaba un muchacho joven. (I Samuel 20, 35)

  • David le preguntó: "¿A quién perteneces y de dónde eres?". Él respondió: "Soy un joven egipcio, esclavo de un amalecita. Mi señor me abandonó hace tres días porque me puse enfermo. (I Samuel 30, 13)

  • El joven respondió: "Yo me encontraba por casualidad en el monte Gelboé, y vi a Saúl apoyándose sobre su lanza y asediado por carros y caballeros. (II Samuel 1, 6)

  • David dijo al joven que le había informado: "¿De dónde eres?". Él respondió: "Soy hijo de un refugiado amalecita". (II Samuel 1, 13)

  • Llamó al joven que le servía, y le dijo: "Echa a ésta de aquí, lejos de mí, y cierra la puerta". (II Samuel 13, 17)

  • Entonces el rey dijo a Joab: "¡Muy bien!, voy a hacer lo que has dicho: Vete y haz que vuelva el joven Absalón". (II Samuel 14, 21)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina