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Ante tu amenaza, oh Dios de Jacob, carros y caballos quedaron inmóviles. (Salmos 76, 7)
Quedaron pocos hombres en el templo, pues había ya mucha hambre; los otros se fueron cada uno a su casa. (I Macabeos 6, 54)
cuando Alcimo tuvo un ataque y quedaron suspendidas las obras. Se le cerró la boca y quedó paralizada, de modo que no podía hablar ni dar órdenes en su casa. (I Macabeos 9, 55)
Sólo quedaron en Betsur los que habían renegado de la ley y de los preceptos, porque era lugar de refugio. (I Macabeos 10, 14)
Lo hicieron, y cuando llegó el momento en que comenzó a brillar el sol, que había estado velado por nubes hasta entonces, se encendió un fuego grande, tanto que todos quedaron estupefactos. (II Macabeos 1, 22)
Estaba ya con su escolta junto al tesoro del templo, cuando el Señor de los espíritus y rey de todo poder se manifestó con tan gran majestad que todos los que se habían atrevido a entrar en el templo, fulminados a la vista del poder de Dios, quedaron impotentes y atemorizados. (II Macabeos 3, 24)
Pero sucedió que Antíoco se cayó del carro, lanzado a toda velocidad, con tan funesta caída, que todos los miembros de su cuerpo quedaron magullados. (II Macabeos 9, 7)
Otros, en tanto, subieron igualmente a la muralla, prendieron fuego a las torres y a las puertas y encendieron hogueras en las que quedaron abrasados vivos los blasfemos; derribaron las puertas, entraron todos los demás y se apoderaron de la ciudad. (II Macabeos 10, 36)
El rey se entretuvo hablando con ellos, pero entre todos los otros no encontró ninguno que pudiese compararse con Daniel, Ananías, Misael y Azarías; por eso quedaron ellos al servicio del rey. (Daniel 1, 19)
Entonces se hizo pedazos todo: el hierro, la arcilla, el bronce, la plata y el oro; quedaron como el tamo de la era en verano, y fueron arrebatados por el viento sin que quedara rastro alguno de ellos; en cambio, la piedra que había herido a la estatua se convirtió en un gran monte, que llenó la tierra entera. (Daniel 2, 35)
Entonces el rey Baltasar se llenó de miedo y su semblante mudó de color; también sus dignatarios quedaron desconcertados. (Daniel 5, 9)
Las gentes, al ver esto, quedaron sobrecogidas y glorificaron a Dios que dio tal poder a los hombres. (Mateo 9, 8)