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  • y le había ordenado precisamente esto: no ir tras dioses ajenos; y por no haber observado lo que el Señor le había mandado. (I Reyes 11, 10)

  • sino que has obrado peor que todos los predecesores; has ido a fabricarte dioses extranjeros e imágenes fundidas, provocando con ello mi ira, y a mí me has dado la espalda; (I Reyes 14, 9)

  • Que invoquen ellos el nombre de sus dioses y yo invocaré el nombre del Señor. El dios que responda enviando fuego, ése será el verdadero Dios". El pueblo respondió: "¡Está muy bien!". (I Reyes 18, 24)

  • Entonces Elías dijo a los profetas de Baal: "Elegid vosotros un novillo y preparadlo vosotros primero, porque sois más. Invocad el nombre de vuestros dioses sin prender fuego". (I Reyes 18, 25)

  • Y entonces Jezabel envió este mensaje a Elías: "Esto y cosa peor hagan conmigo los dioses si mañana a estas horas no te he puesto a ti como a uno de ellos". (I Reyes 19, 2)

  • Ben Hadad mandó a decirle: "Esto y cosa peor hagan conmigo los dioses si el polvo de Samaría basta para llenar los puños de toda la gente que me sigue". (I Reyes 20, 10)

  • Naamán dijo: "Déjame llevar tierra, la carga de un par de mulas, pues tu siervo no ofrecerá ya holocaustos y sacrificios a otros dioses fuera del Señor. (II Reyes 5, 17)

  • Esto sucedió porque los israelitas habían pecado contra el Señor, su Dios, el que los había sacado de Egipto, del poder del Faraón, rey de Egipto, y habían venerado a dioses extranjeros. (II Reyes 17, 7)

  • Pero aquellas gentes se hicieron sus dioses, y los colocaron en los santuarios de las colinas que los samaritanos habían construido, cada uno en la ciudad en que vivía. (II Reyes 17, 29)

  • los de Avá, a Nibjás y Tartac, y los de Sefarváyim quemaban a sus hijos en el fuego en honor de sus dioses, Adramélec y Anamélec. (II Reyes 17, 31)

  • Así que daban culto al Señor y a sus dioses, según los ritos de las naciones de donde habían sido deportados. (II Reyes 17, 33)

  • El Señor había hecho con ellos una alianza y les había ordenado: "No veneraréis a dioses extranjeros, no os postraréis ante ellos, no les serviréis ni les ofreceréis sacrificios; (II Reyes 17, 35)


“O demônio é forte com quem o teme, mas é fraquíssimo com quem o despreza.” São Padre Pio de Pietrelcina