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  • Aquí estoy contra ti, montaña destructora -dice el Señor-, que arrasas toda la tierra. Voy a extender mi mano contra ti, te haré rodar de lo alto de las rocas y te convertiré en monte calcinado. (Jeremías 51, 25)

  • Por eso, esto dice el Señor: Mira, yo tomo en mis manos tu causa y ejecutaré por ti la venganza. Haré que se seque su río y agotaré sus fuentes. (Jeremías 51, 36)

  • diciendo: ¡Así se hundirá Babilonia para no volver a resurgir de la desgracia que yo haré caer sobre ella!". Hasta aquí las palabras de Jeremías. (Jeremías 51, 64)

  • ¿A quién te compararé? ¿A quién te haré semejante, oh hija de Jerusalén? ¿Quién te podrá salvar y confortar, oh virgen, hija de Sión? Grande como el mar es tu ruina, ¿quién te podrá curar? (Lamentaciones 2, 13)

  • haré desaparecer de las ciudades de Judá y de Jerusalén el canto de alegría y de alborozo, el canto del esposo y de la esposa, y todo el país quedará hecho un desierto, sin habitantes". (Baruc 2, 23)

  • Yo haré que tu lengua se te pegue al paladar; quedarás mudo y dejarás de ser su acusador, porque son una raza de rebeldes. (Ezequiel 3, 26)

  • Por eso, esto dice el Señor Dios: También yo me vuelvo contra ti y haré justicia en medio de ti a los ojos de las gentes; (Ezequiel 5, 8)

  • haré contigo lo que jamás he hecho ni volveré a hacer jamás, a causa de todas tus nefastas acciones. (Ezequiel 5, 9)

  • Yo haré venir a los pueblos más feroces, que se apoderarán de sus casas. Humillaré la soberbia de los poderosos y sus santuarios serán profanados. (Ezequiel 7, 24)

  • Teméis la espada; pues justamente espada haré venir sobre vosotros, declara el Señor Dios. (Ezequiel 11, 8)

  • Pero a aquellos cuyo corazón va tras los ídolos y todas sus horribles prácticas, yo haré recaer su conducta sobre su cabeza", dice el Señor Dios. (Ezequiel 11, 21)

  • Diles: Esto dice el Señor Dios: Haré que calle este proverbio y no se oirá repetir más en Israel. Diles en cambio: Se acercan los días y el cumplimiento de toda visión. (Ezequiel 12, 23)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina