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  • Vete tú, y en el libro en que has escrito a mi dictado las palabras del Señor, léelas en alta voz al pueblo en el templo del Señor un día de ayuno, y léelas también a los judíos que vengan de sus ciudades. (Jeremías 36, 6)

  • Baruc, hijo de Nerías, ejecutó exactamente lo que le había ordenado el profeta Jeremías. Leyó en el templo las palabras del Señor contenidas en el libro. (Jeremías 36, 8)

  • Entonces Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías. Era en el templo del Señor, en la sala de Gamarías, hijo del secretario Safán, en el vestíbulo superior, a la entrada de la puerta nueva del templo del Señor. Todo el pueblo podía oír. (Jeremías 36, 10)

  • En cuanto Miqueas, hijo de Gamarías, hijo de Safán, oyó todas las palabras del Señor escritas en el libro, (Jeremías 36, 11)

  • Miqueas les refirió todo lo que había oído cuando Baruc leía el libro al pueblo. (Jeremías 36, 13)

  • Entonces todos los dignatarios mandaron a Yehudí, hijo de Natanías, hijo de Selemías, hijo de Cusí, a decir a Baruc: "Tráenos el libro que has leído al pueblo". Baruc, hijo de Nerías, tomó el libro y fue donde ellos. (Jeremías 36, 14)

  • Baruc les respondió: "Él me dictaba todas estas palabras y yo las escribía con tinta en este libro". (Jeremías 36, 18)

  • Después entraron donde el rey en el atrio del palacio, dejaron el libro en depósito en la sala del secretario Elisamá y refirieron al rey todo lo sucedido. (Jeremías 36, 20)

  • Entonces el rey mandó a Yehudí a buscar el libro. Éste lo tomó de la sala del secretario Elisamá y se lo leyó en alta voz al rey y a todos los dignatarios reunidos en torno al monarca. (Jeremías 36, 21)

  • Y así que Yehudí leía tres o cuatro columnas, el rey las rasgaba con el cortaplumas del secretario y las tiraba al fuego que ardía en el brasero; hasta que el libro entero fue quemado por el fuego del brasero. (Jeremías 36, 23)

  • más aún, por más que Elnatán, Delayas y Gamarías rogaron al rey que no quemara el libro, él no les hizo caso. (Jeremías 36, 25)

  • Después que el rey quemó el libro con las palabras escritas por Baruc al dictado de Jeremías, la palabra del Señor fue dirigida al profeta Jeremías en estos términos: (Jeremías 36, 27)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina