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  • No han dicho en su corazón: "Temamos al Señor nuestro Dios, que nos manda la lluvia, la lluvia temprana y la lluvia tardía a su tiempo, y que nos concede las semanas justas para la cosecha". (Jeremías 5, 24)

  • A su voz se amontonan en el cielo las aguas; él levanta las nubes del extremo de la tierra, provoca con los relámpagos la lluvia y saca de sus depósitos el viento. (Jeremías 10, 13)

  • El suelo no da su fruto, porque no hay lluvia en el país; los labradores, consternados, se cubren la cabeza. (Jeremías 14, 4)

  • ¿Hay acaso entre los ídolos de las gentes quien pueda hacer llover? ¿Son los cielos los que dan la lluvia? ¿No eres tú solo, Señor? ¡Oh Dios nuestro, en ti esperamos, porque eres tú quien hace todo esto!". (Jeremías 14, 22)

  • A su voz se acumulan las aguas en el cielo; hace subir las nubes del extremo de la tierra, para la lluvia produce los relámpagos y saca de sus depósitos el viento. (Jeremías 51, 16)

  • No pueden establecer un rey en un país, ni dar a los hombres la lluvia. (Baruc 6, 52)

  • semejante al arco iris que aparece en las nubes en un día de lluvia; tal era el fulgor que despedía. Esta visión era como la imagen de la gloria del Señor. A su vista yo caí rostro en tierra y oí una voz que hablaba. (Ezequiel 1, 28)

  • Por tanto, esto dice el Señor Dios: En mi cólera desencadenaré un viento impetuoso, lluvia a torrentes caerá en mi furor, granizos sin cuento en el ardor de la destrucción. (Ezequiel 13, 13)

  • "Hijo de hombre, di a Jerusalén: Eres una tierra que no ha sido purificada ni lavada por la lluvia el día de la ira. (Ezequiel 22, 24)

  • Haré con él justicia mandándole peste y sangre; haré caer una lluvia torrencial, con granizo, fuego y azufre sobre él, sobre sus huestes y sobre los numerosos pueblos que lo acompañan. (Ezequiel 38, 23)

  • Lluvia y rocío, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo eternamente. (Daniel 3, 64)

  • Esforcémonos en conocer al Señor. Es cierta como la aurora su venida: vendrá a nosotros como viene la lluvia, como la lluvia de primavera que fecunda la tierra. (Oseas 6, 3)


“As almas não são oferecidas como dom; compram-se. Vós ignorais quanto custaram a Jesus. É sempre com a mesma moeda que é preciso pagá-las”. São Padre Pio de Pietrelcina