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  • hasta que haya machacado los lomos de los hombres sin piedad y haya tomado venganza de las gentes; (Eclesiástico 35, 20)

  • Ten piedad de nosotros, oh Dios del universo, míranos y derrama tu temor sobre todas las gentes. (Eclesiástico 36, 1)

  • Porque siguió siempre al todopoderoso, y en los días de Moisés mostró su piedad, él y Caleb, hijo de Jefoné, oponiéndose a la multitud, apartando al pueblo del pecado, reprimiendo la maligna murmuración. (Eclesiástico 46, 7)

  • Dirigió su corazón hacia el Señor; en los días de los malvados hizo prevalecer la piedad. (Eclesiástico 49, 3)

  • al que hería a los pueblos con saña golpeando sin tregua, y aplastaba con furia a las naciones pisoteando sin piedad. (Isaías 14, 6)

  • y se hace pedazos como un jarro de alfarero estrellado sin piedad: entre sus trozos no se encuentra ni un cascote para coger fuego del fogón o sacar agua de la cisterna. (Isaías 30, 14)

  • ¡Señor, ten piedad de nosotros, que esperamos en ti! Sé nuestra fuerza a la mañana, nuestra salud en tiempo de aflicción. (Isaías 33, 2)

  • Sólo por un momento te había abandonado, pero con inmensa piedad te recojo de nuevo. (Isaías 54, 7)

  • Deje el malvado su camino, y el malhechor sus pensamientos; conviértase al Señor, que tendrá piedad de él; a nuestro Dios, que es generoso en el perdón. (Isaías 55, 7)

  • en todas sus angustias. No un mensajero o un delegado suyo; él mismo fue quien los salvó. En su amor, en su piedad, él mismo los rescató, los sostuvo y los llevó todos los días en el pasado. (Isaías 63, 9)

  • Mira desde el cielo y contempla, desde tu morada santa y gloriosa. ¿Dónde está tu celo y tu poder, la conmoción de tus entrañas? ¡Ah, no reprimas tu piedad, (Isaías 63, 15)

  • Están armados de arcos y espadas; son crueles, sin piedad. Su clamor es como el estruendo del mar, cabalgan en corceles, cada uno está armado para la batalla contra ti, hija de Sión. (Jeremías 6, 23)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina