Fundar 168 Resultados para: piedras preciosas

  • Y tiraba piedras a David y a todos sus servidores, aunque todo el ejército y los valientes estaban a la derecha y a la izquierda del rey. (II Samuel 16, 6)

  • David y sus hombres continuaron su camino, mientras Semeí iba por la falda del monte, frente a ellos; le insultaba, tiraba piedras y levantaba polvo. (II Samuel 16, 13)

  • Tomaron a Absalón y lo echaron en una gran fosa en el bosque, y pusieron sobre él un gran montón de piedras. Todos los israelitas habían huido, cada uno a su tienda. (II Samuel 18, 17)

  • El rey ordenó que se trajesen grandes bloques de piedra para cimentar el edificio con piedras sillares; (I Reyes 5, 31)

  • y las labraron los canteros de Salomón, los canteros de Jirán y los guiblios. Así prepararon el maderamen y las piedras para la fábrica del templo. (I Reyes 5, 32)

  • En la construcción del templo se emplearon piedras entalladas en la misma cantera, de suerte que mientras se construía el edificio no se oyó golpe de martillo, de hacha u otro cualquier instrumento de hierro en el templo. (I Reyes 6, 7)

  • Todo esto era de piedras costosas, talladas a escuadra, cortadas con la sierra, por dentro y por fuera, desde los cimientos hasta las cornisas y desde fuera hasta el atrio grande. (I Reyes 7, 9)

  • Los fundamentos eran de piedras costosas, grandes piedras de cuatro y cinco metros; (I Reyes 7, 10)

  • y la alzada, de piedras costosas, talladas a escuadra, y de madera de cedro. (I Reyes 7, 11)

  • El atrio grande tenía en derredor tres órdenes de piedras, talladas a escuadra, y uno de vigas de cedro; y lo mismo el atrio interno del templo del Señor y el atrio del palacio. (I Reyes 7, 12)

  • Entró en Jerusalén con un gran séquito de camellos, cargados de aromas y oro en abundancia, y de piedras preciosas; se presentó a Salomón, y le propuso todo lo que pensaba. (I Reyes 10, 2)

  • Luego ofreció al rey cuatro mil kilos de oro, gran cantidad de aromas y piedras preciosas. Nunca más se vio tanta cantidad de aromas como la que la reina de Sabá ofreció al rey Salomón. (I Reyes 10, 10)


“Há alegrias tão sublimes e dores tão profundas que não se consegue exprimir com palavras. O silêncio é o último recurso da alma, quando ela está inefavelmente feliz ou extremamente oprimida!” São Padre Pio de Pietrelcina