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  • Éstos son los reyes del país a los que Josué y los israelitas derrotaron en Cisjordania, desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta el monte Pelado, que sube hasta Seír, cuyo territorio repartió en propiedad a las tribus de Israel según sus familias, (Josué 12, 7)

  • Ésta es la tierra que queda: todos los distritos de los filisteos y todo el territorio de los guesuritas; (Josué 13, 2)

  • Además, Galaad, el territorio de los guesuritas y maacatitas, toda la montaña del Hermón y todo Basán hasta Salcá; (Josué 13, 11)

  • así, el territorio de Rubén tuvo por límite el Jordán. Ésta fue, con sus ciudades y sus pueblos, la heredad de la tribu de Rubén, según sus clanes. (Josué 13, 23)

  • Su territorio comprendía: Yazer, todas las ciudades de Galaad y la mitad de la tierra de los amonitas hasta Aroer, que está frente a Rabá; (Josué 13, 25)

  • desde Jesbón hasta Ramat Mispá y Betonín, y desde Majanayín hasta el territorio de Lo Debir. (Josué 13, 26)

  • Su territorio comprendía, desde Majanayín, todo Basán, todo el reino de Og, rey de Basán, y todos los pueblos de Yaír, en Basán: sesenta ciudades. (Josué 13, 30)

  • El territorio que tocó en suerte a la tribu de Judá, por clanes, llegaba hasta la frontera de Edón y el extremo sur del desierto de Sin. (Josué 15, 1)

  • El territorio que tocó en suerte a los hijos de José iba desde el Jordán al este de Jericó, y subía desde Jericó a la montaña de Betel. (Josué 16, 1)

  • bajaba, por el oeste, hacia el territorio de los yafletitas, hasta el límite de Bejorón de Abajo y hasta Guézer, y terminaba en el mar. (Josué 16, 3)

  • Éste es el territorio que tocó en suerte a la tribu de Manasés, el primogénito de José. A Maquir, primogénito de Manasés y padre de Galaad, hombre de guerra, le cayó en suerte Galaad y Basán. (Josué 17, 1)

  • El territorio de Tapúaj pertenecía a Manasés, pero Tapúaj, en la frontera de Manasés, pertenecía a Efraín. (Josué 17, 8)


“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina