7. El asta de su lanza era como enjullo de tejedor y la punta de su lanza pesaba seiscientos siclos de hierro. Su escudero le precedía.





“Não se desencoraje, pois, se na alma existe o contínuo esforço de melhorar, no final o Senhor a premia fazendo nela florir, de repente, todas as virtudes como num jardim florido.” São Padre Pio de Pietrelcina