33. Después, mientras celebraban la victoria en Jerusalén, quemaron vivos a los que habían quemado las puertas del Templo, incluso a Calístenes, que se había refugiado en una casita. Así le dieron el pago merecido por su impiedad.





“Ele e ouvir a Sua voz por meio das Suas inspirações e iluminações interiores.” São Padre Pio de Pietrelcina