Löydetty 55 Tulokset: dolor

  • Al volver a mi casa, descansaré junto a ella, porque su compañía no causa amargura, ni dolor su intimidad, sino sólo placer y alegría. (Sabiduría 8, 16)

  • Caerán en la red los que se alegran de la caída de los buenos y el dolor los consumirá antes de su muerte. (Eclesiástico 27, 29)

  • Con esos remedios el médico cura y quita el dolor, y el farmacéutico prepara sus ungüentos. (Eclesiástico 38, 7)

  • El mismo día que plantas, los ves crecer, y a la mañana siguiente, ves germinar tu semilla. Pero la cosecha se pierde en un día funesto, y el dolor es incurable. (Isaías 17, 11)

  • Como la mujer embarazada, que está por dar a luz, se retuerce y da gritos de dolor, así éramos nosotros delante de ti, Señor. (Isaías 26, 17)

  • ¡Mis entrañas, mis entrañas! ¡Me retuerzo de dolor! ¡Las fibras de mi corazón! ¡Mi corazón se conmueve dentro de mí, no puedo callarme! Porque oigo el sonido de la trompeta, el clamor del combate. (Jeremías 4, 19)

  • ¿Por qué es incesante mi dolor, por qué mi llaga es incurable, se resiste a sanar? ¿Serás para mí como un arroyo engañoso, de aguas inconstantes? (Jeremías 15, 18)

  • ¿Por qué gritas a causa de tu herida, de tu dolor incurable? A causa de tu gran iniquidad, porque tus pecados eran graves, yo te hice todo esto. (Jeremías 30, 15)

  • Tú dices: ‘¡Pobre de mí, porque el Señor añade aflicción a mi dolor! ¡Estoy cansado de gemir, y no encuentro descanso!’. (Jeremías 45, 3)

  • De pronto cayó Babilonia y se quebró. -¡Giman por ella! Traigan bálsamo para su dolor, a ver si se cura. (Jeremías 51, 8)

  • ¡Todos ustedes, los que pasan por el camino, fíjense bien y miren si hay un dolor comparable al mío: a este dolor que me atormenta, porque el Señor ha querido afligirme en el día de su furor! (Lamentaciones 1, 12)

  • Pero el Señor es justo, porque yo fui rebelde a su palabra. ¡Oigan bien, todos los pueblos, y miren mi dolor! Mis vírgenes y mis jóvenes han partido al cautiverio. (Lamentaciones 1, 18)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina