Löydetty 732 Tulokset: maná del cielo

  • Por segunda vez, oí la voz del cielo que me dijo: "No consideres manchado lo que Dios purificó". (Hechos 11, 9)

  • Esto se repitió tres veces, y luego, todo fue llevado otra vez al cielo. (Hechos 11, 10)

  • «Amigos, ¿qué están haciendo? Nosotros somos seres humanos como ustedes, y hemos venido a anunciarles que deben abandonar esos ídolos para convertirse al Dios viviente que hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que hay en ellos. (Hechos 14, 15)

  • Sin embargo, nunca dejó de dar testimonio de sí mismo, prodigando sus beneficios, enviando desde el cielo lluvias y estaciones fecundas, dando el alimento y llenando de alegría los corazones». (Hechos 14, 17)

  • El Dios que ha hecho el mundo y todo lo que hay en él no habita en templos hechos por manos de hombre, porque es el Señor del cielo y de la tierra. (Hechos 17, 24)

  • Por fin, el secretario de la ciudad consiguió calmar a la multitud, diciendo: «Efesios, ¿qué hombre de este mundo ignora que la ciudad de Éfeso es la guardiana del templo de la gran diosa Diana y de su estatua venida del cielo? (Hechos 19, 35)

  • En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor. (Hechos 22, 6)

  • en el camino, hacia el mediodía, vi una luz más brillante que el sol, que venía del cielo y me envolvía a mí y a los que me acompañaban. (Hechos 26, 13)

  • En efecto, la ira de Dios se revela desde el cielo contra la impiedad y la injusticia de los hombres, que por su injusticia retienen prisionera la verdad. (Romanos 1, 18)

  • En cambio, la justicia que proviene de la fe habla así: No digas en tu corazón: ¿Quién subirá al cielo?, esto es, para hacer descender a Cristo. (Romanos 10, 6)

  • Es verdad que algunos son considerados dioses, sea en el cielo o en la tierra: de hecho, hay una cantidad de dioses y una cantidad de señores. (I Corintios 8, 5)

  • El primer hombre procede de la tierra y es terrenal; pero el segundo hombre procede del cielo. (I Corintios 15, 47)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina