Löydetty 365 Tulokset: desierto

  • Déjate amonestar, Jerusalén, si no quieres que mi alma se retire de ti y te conviertas en un desierto, en un país despoblado. (Jeremías 6, 8)

  • ¡Quién me brindara en el desierto un albergue de ambulantes! Abandonaría entonces a mi pueblo; me alejaría de él, porque son todos adúlteros, una pandilla de traidores. (Jeremías 9, 1)

  • Y yo voy a hacer de Jerusalén un montón de piedras, un cubil de chacales; y de las ciudades de Judá un desierto, donde nadie habite. (Jeremías 9, 10)

  • ¿Qué sabio hay que comprenda esto? ¿A quién se lo ha dicho la boca del Señor? Que lo publique, ¿por qué el país está perdido, abrasado como el desierto, por donde nadie pasa? (Jeremías 9, 11)

  • Egipto, Judá, Edón, Amón, Moab, todos los árabes que se rasuran las sienes y habitan en el desierto; porque todos estos pueblos son incircuncisos, pero toda la casa de Israel es incircuncisa de corazón. (Jeremías 9, 25)

  • ¡Escuchad! ¡Ya llega la noticia! Un gran tumulto viene del norte a reducir las ciudades de Judá a un desierto, cobijo de chacales. (Jeremías 10, 22)

  • Numerosos pastores han devastado mi viña, han pisoteado mi tierra, han convertido mi campo tan querido en un desierto desolado. (Jeremías 12, 10)

  • A todas las alturas peladas del desierto han llegado los devastadores -porque el Señor blande una espada que devora-; de un extremo al otro del país no hay paz para nadie. (Jeremías 12, 12)

  • Yo os dispersaré como una paja arrebatada por el viento del desierto. (Jeremías 13, 24)

  • Es como tamarisco en la estepa, que no siente cuándo llega la dicha, porque arraiga en los lugares abrasados del desierto, en tierra salobre y despoblada. (Jeremías 17, 6)

  • para hacer de su país un desierto, un objeto de irrisión perpetua; todo el que pase por él quedará atónito y meneará la cabeza. (Jeremías 18, 16)

  • Haré de esta ciudad un desierto, una irrisión: todo el que pase junto a ella se asombrará y silbará a la vista de todas sus heridas. (Jeremías 19, 8)


“No tumulto das paixões terrenas e das adversidades, surge a grande esperança da misericórdia inexorável de Deus. Corramos confiantes ao tribunal da penitência onde Ele, com ansiedade paterna, espera-nos a todo instante.” São Padre Pio de Pietrelcina