Löydetty 365 Tulokset: desierto
¿Por qué, cuando vine, no encontré a nadie, y cuando llamé, nadie respondió? ¿Sería acaso mi brazo demasiado corto para libertar o me faltaría fuerza para salvar? Con una amenaza seco yo el mar, convierto los ríos en desierto; y sus peces, por falta de agua, se amustian y mueren de sed. (Isaías 50, 2)
Sí, el Señor se compadece de Sión, se compadece de todas sus ruinas; convertirá su desierto en un edén, y su tierra seca en el jardín del Señor. Gritos de gozo y júbilo se oirán en ella, acción de gracias al son de la música. (Isaías 51, 3)
Tus santas ciudades han quedado hechas un desierto; Sión está desierta, Jerusalén es una desolación. (Isaías 64, 9)
Anda, grita a los oídos de Jerusalén: Esto dice el Señor: Me he acordado de ti, en los tiempos de tu juventud, de tu amor de novia, cuando me seguías en el desierto, en una tierra sin cultivar. (Jeremías 2, 2)
No dijeron: ¿Dónde está el Señor, que nos sacó de Egipto, que nos guió a través del desierto por una tierra árida y escabrosa, tierra reseca y de tinieblas, tierra por donde no pasa ningún hombre y donde nadie se establece? (Jeremías 2, 6)
Asna salvaje, avezada al desierto, que en el ardor de su deseo sorbe el viento; su apetencia, ¿quién la calmará? El que la busca no tiene que esforzarse, la encuentra en el mes de su celo. (Jeremías 2, 24)
¡Qué generación la vuestra! Ved lo que dice el Señor: ¿He sido yo un desierto para Israel o una tierra tenebrosa? Pues, ¿por qué dice mi pueblo: "Nosotros nos vamos, no volveremos más a ti"? (Jeremías 2, 31)
Alza los ojos hacia los collados y mira: ¿Hay un lugar en que no te hayas entregado? Junto a los caminos te sentabas, esperándolos como un árabe en el desierto. Has profanado esta tierra con tus prostituciones y tus crímenes. (Jeremías 3, 2)
De su espesura se abalanza el león, el destructor de naciones se pone en marcha, abandona su morada para reducir tu país a un desierto; tus ciudades serán arrasadas, despobladas. (Jeremías 4, 7)
En aquel tiempo se dirá a este pueblo y a Jerusalén: Un viento ardiente sopla del desierto contra la hija de mi pueblo, y no para aventar ni para limpiar. (Jeremías 4, 11)
He mirado: la campiña era un desierto, todas las ciudades destruidas por el Señor, por el ardor de su cólera. (Jeremías 4, 26)
Por eso el león de la selva los asalta, el lobo del desierto los destroza, el leopardo está al acecho ante sus ciudades; todo el que sale fuera es despedazado; porque son muchos sus delitos, abundantes sus rebeldías. (Jeremías 5, 6)