Löydetty 174 Tulokset: pavimento de piedras preciosas

  • El que edifica su casa con dinero ajeno es como quien recoge piedras para su tumba. (Eclesiástico 21, 8)

  • No vayas por camino escabroso, y no chocarás en las piedras. (Eclesiástico 32, 20)

  • con piedras preciosas talladas como sello, engastadas en oro, obra de joyero; para memorial, una inscripción grabada, según el número de las tribus de Israel. (Eclesiástico 45, 11)

  • Invocó al altísimo y poderoso al presionarle por todas partes sus enemigos; y el Señor, el que es grande, lo escuchó, haciendo llover piedras de granizo de gran potencia (Eclesiástico 46, 5)

  • como fuego e incienso en el incensario, como vaso de oro macizo, adornado con toda clase de piedras preciosas; (Eclesiástico 50, 9)

  • La cavó, quitó las piedras, plantó cepas selectas; en medio de ella construyó una torre y excavó también un lagar; esperaba que produjera uvas, pero sólo produjo agrazones. (Isaías 5, 2)

  • Se han caído los ladrillos, construiremos con piedras sillares; han sido talados los sicómoros, los sustituiremos con cedros. (Isaías 9, 9)

  • Pero tú has sido arrojado lejos de tu sepulcro, como un ramo despreciable, cubierto de asesinados, de atravesados por la espada, tirados contra las piedras de la fosa, como carroña que se pisa. (Isaías 14, 19)

  • Así será perdonado el crimen de Jacob; éste será todo el precio del perdón de su pecado: que reduzca todas las piedras de los altares a piedras calizas pulverizadas; que no se alcen más columnas sagradas ni estelas solares. (Isaías 27, 9)

  • Oh desdichada, sacudida por la tempestad, desconsolada; yo asentaré tus piedras sobre malaquita y tus cimientos sobre zafiros; (Isaías 54, 11)

  • haré de rubíes tus almenas, tus puertas de cristal, y todo tu recinto de piedras preciosas. (Isaías 54, 12)

  • Las piedras pulidas del torrente son tu heredad, ellas, ellas tu suerte. A ellas haces tus ofrendas de vino y presentas tus ofrendas; ¿voy a calmarme yo con eso? (Isaías 57, 6)


“A pessoa que nunca medita é como alguém que nunca se olha no espelho e, assim, não se cuida e sai desarrumada. A pessoa que medita e dirige seus pensamentos a Deus, que é o espelho de sua alma, procura conhecer seus defeitos, tenta corrigi-los, modera seus impulsos e põe em ordem sua consciência.” São Padre Pio de Pietrelcina