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Dejen salir al pueblo ciego, pero que tiene ojos, sordo y que sin embargo tiene oídos. (Isaías 43, 8)
No restituyen la vista a ningún ciego ni sacarán de la miseria a nadie. (Baruc 6, 36)
Algunos le trajeron un endemoniado que era ciego y mudo. Jesús lo sanó, de modo que pudo ver y hablar. (Evangelio según San Mateo 12, 22)
¡No les hagan caso! Son ciegos que guían a otros ciegos. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caerán en el hoyo.» (Evangelio según San Mateo 15, 14)
¡Fariseo ciego! Purifica primero lo que está dentro, y después purificarás también el exterior. (Evangelio según San Mateo 23, 26)
Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le pidieron que lo tocara. (Evangelio según San Marcos 8, 22)
Jesús tomó al ciego de la mano y lo llevó fuera del pueblo. Después le mojó los ojos con saliva, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?» (Evangelio según San Marcos 8, 23)
El ciego, que empezaba a ver, dijo: «Veo como árboles, pero deben ser gente, porque se mueven.» (Evangelio según San Marcos 8, 24)
Llegaron a Jericó. Al salir Jesús de allí con sus discípulos y con bastante más gente, un limosnero ciego se encontraba a la orilla del camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de Timeo). (Evangelio según San Marcos 10, 46)
Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Llamaron, pues, al ciego diciéndole: «Vamos, levántate, que te está llamando.» (Evangelio según San Marcos 10, 49)
Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego respondió: «Maestro, que vea.» (Evangelio según San Marcos 10, 51)
Jesús les puso también esta comparación: «¿Puede un ciego guiar a otro ciego? Ciertamente caerán ambos en algún hoyo. (Evangelio según San Lucas 6, 39)