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Por eso venimos a ofrecer a Yavé lo que cada uno de nosotros ha encontrado, en objetos de oro, brazaletes, cadenitas, anillos y collares para hacer expiación por nosotros delante de Yavé.» (Números 31, 50)
Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron de ellos el oro y las joyas. (Números 31, 51)
El total de oro que los jefes de millar y cien presentaron a Yavé fue de dieciséis mil setecientos cincuenta siclos. (Números 31, 52)
Entonces Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron el oro de los jefes de millar y de cien y lo llevaron a la Tienda de las Citas para que quedaran ante Yavé y para que él se acordara de los hijos de Israel. (Números 31, 54)
Ustedes quemarán las imágenes de sus dioses y no codiciarán el oro ni la plata que los recubre. No lo tomes para ti, no sea que te quedes atrapado: debes saber que Yavé lo odia. Nada de esto entrará en tu casa, no sea que te vuelvas maldición, como ello es maldición. (Deuteronomio 7, 25)
cuando se multipliquen tus ganados, cuando tengas plata y oro en abundancia y se acrecienten tus bienes de toda clase, (Deuteronomio 8, 13)
Tampoco se buscará muchas mujeres, no sea que se pervierta su corazón. Y que tampoco se haga rico en oro y plata. (Deuteronomio 17, 17)
Yavé abrirá para ti los cielos, su rico tesoro, para dar a su tiempo la lluvia que necesiten tus campos, y para mandar la bendición sobre todo cuanto emprendas. Tú prestarás a naciones numerosas y no pedirás prestado a ninguna. (Deuteronomio 28, 12)
Yavé te herirá con úlceras malignísimas en las rodillas y en las piernas, de las que no podrás sanar, desde la planta de los pies hasta la coronilla de tu cabeza. (Deuteronomio 28, 35)
Ustedes han visto las abominaciones y los sucios ídolos que guardan ellas: piedra, madera, oro y plata. (Deuteronomio 29, 16)
José es su toro primogénito: ¡gloria a él! Son sus cuernos, cuernos de búfalo, con los que hiere a todos los pueblos hasta los confines de la tierra. ¡Miren las muchedumbres de Efraím y los millares de Manasés! (Deuteronomio 33, 17)
Ellos llamarán a los pueblos a la montaña sagrada, ahí ofrecerán sacrificios justos, pues gozan de las riquezas del mar y los tesoros escondidos en la arena. (Deuteronomio 33, 19)