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  • Siempre que entraban en la Tienda del Encuentro y siempre que se acercaban al altar, se lavaban, como Yahveh había mandado a Moisés. (Exodo 40, 32)

  • Moisés hizo como Yahveh le había mandado, y se congregó la comunidad a la entrada de la Tienda del Encuentro. (Levítico 8, 4)

  • Colocó también la tiara sobre su cabeza y puso en su parte delantera la lámina de oro, la diadema santa, como Yahveh había mandado a Moisés. (Levítico 8, 9)

  • Luego Moisés mandó que se acercaran los hijos de Aarón; los vistió con las túnicas, les ciñó la faja y les puso las mitras, como Yahveh había mandado a Moisés. (Levítico 8, 13)

  • Pero en cuanto a la piel, la carne y los excrementos del novillo, los quemó fuera del campamento, como Yahveh había mandado a Moisés. (Levítico 8, 17)

  • después de lavar en agua las entrañas y las patas, Moisés quemó todo el carnero en el altar, como holocausto de calmante aroma, manjar abrasado para Yahveh, como Yahveh había mandado a Moisés. (Levítico 8, 21)

  • Moisés tomó entonces el pecho y lo meció como ofrenda mecida ante Yahveh; era ésta la porción del carnero de la investidura que pertenecía a Moisés, como Yahveh se lo había mandado. (Levítico 8, 29)

  • Moisés dijo a Aarón y a sus hijos: «Coced la carne a la entrada de la Tienda del Encuentro y comedla allí mismo; comed también el pan del canastillo de la investidura tal como lo he mandado diciendo: Aarón y sus hijos lo comerán. (Levítico 8, 31)

  • Aarón y sus hijos hicieron cuanto Yahveh había mandado por medio de Moisés. (Levítico 8, 36)

  • Trajeron, pues, ante la Tienda del Encuentro lo que Moisés había mandado; toda la comunidad se acercó y se mantuvo delante de Yahveh. (Levítico 9, 5)

  • Dijo entonces Moisés: «Esto es lo que ha mandado Yahveh; hacedlo y se os mostrará la gloria de Yahveh.» (Levítico 9, 6)

  • Luego quemó sobre el altar el sebo, los riñones y lo que queda junto al hígado de la víctima por el pecado, como Yahveh había mandado a Moisés; (Levítico 9, 10)


“Os corações fortes e generosos não se lamentam, a não ser por grandes motivos e,ainda assim,não permitem que tais motivos penetrem fundo no seu íntimo.(P.e Pio) São Padre Pio de Pietrelcina