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De este modo Jehú, hijo de Nimsí, conspiró contra Jorán. Jorán había defendido Ramot de Galaad, con todo Israel, frente a Jazael, rey de Siria; (II Reyes 9, 14)
pero tuvo que volver a Yezrael a curarse de las heridas que los sirios le habían producido cuando luchaba con Jazael, rey de Siria. Jehú dijo: "Si estáis de veras conmigo, que nadie escape de la ciudad y vaya a Yezrael a dar la noticia". (II Reyes 9, 15)
Y Jehú montó sobre su carro y se dirigió a Yezrael, donde estaba Jorán convaleciente. Ocozías, rey de Judá, había ido a visitarlo. (II Reyes 9, 16)
El centinela que estaba sobre la torre de Yezrael vio venir la tropa de Jehú y dijo: "Diviso una tropa". Jorán ordenó: "Toma un jinete y mándalo a su encuentro, y que pregunte si vienen en son de paz". (II Reyes 9, 17)
El jinete fue a su encuentro y dijo: "El rey pregunta si venís en son de paz". Jehú respondió: "¿Qué te importa a ti la paz? Ponte a mi retaguardia". Y el centinela notificó: "El emisario ha llegado hasta ellos, pero no vuelve". (II Reyes 9, 18)
Jorán envió entonces un segundo jinete, el cual llegó y les dijo: "El rey pregunta si venís en son de paz". Pero Jehú replicó: "¿Qué te importa a ti la paz? Ponte a mi retaguardia". (II Reyes 9, 19)
El centinela notificó de nuevo: "Ha llegado hasta ellos, y no vuelve. Pero la marcha se parece a la marcha de Jehú, hijo de Nimsí, pues avanza con mucho ímpetu". (II Reyes 9, 20)
Entonces Jorán ordenó: "¡Engancha!". Le engancharon el carro, y Jorán, rey de Israel, y Ocozías, rey de Judá, salieron cada uno en su propio carro al encuentro de Jehú. Se encontraron con él en la heredad de Nabot, el Yezraelita. (II Reyes 9, 21)
Cuando Jorán vio a Jehú, preguntó: "¿Hay paz, Jehú?". Él replicó: "¿Qué paz ha de haber mientras duren las prostituciones de Jezabel, tu madre, y sus muchas hechicerías?". (II Reyes 9, 22)
Pero Jehú había echado ya mano a su arco e hirió a Jorán por la espalda, de suerte que la saeta le salió por el corazón, y cayó desplomado en su carro. (II Reyes 9, 24)
Jehú dijo a Bidcar, su ayudante: "Agárralo y tíralo en la heredad de Nabot, el yezraelita, porque me acuerdo que cuando tú y yo cabalgábamos enrolados en el séquito de Ajab, su padre, el Señor fulminó contra él esta sentencia: (II Reyes 9, 25)
Ocozías, rey de Judá, al ver esto, huyó camino de Bet Hagán; pero Jehú lo persiguió, diciendo: "¡También a él!". Y le hirieron en su carro, en la cuesta de Gur, cerca de Yibleán. Él huyó a Meguido, pero allí murió. (II Reyes 9, 27)