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  • Cuando llegó a la puerta del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto: era el hijo único de su madre, que era viuda, y mucha gente del pueblo la acompañaba. (Evangelio según San Lucas 7, 12)

  • De pronto un hombre de entre ellos empezó a gritar: «Maestro, te lo suplico, mira a este muchacho, el único hijo que tengo. (Evangelio según San Lucas 9, 38)

  • Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?» (Evangelio según San Lucas 24, 18)

  • Y la Palabra se hizo carne, puso su tienda entre nosotros, y hemos visto su Gloria: la Gloria que recibe del Padre el Hijo único, en él todo era don amoroso y verdad. (Evangelio según San Juan 1, 14)

  • Nadie ha visto a Dios jamás, pero Dios-Hijo único nos lo dio a conocer; él está en el seno del Padre y nos lo dio a conocer. (Evangelio según San Juan 1, 18)

  • ¡Así amó Dios al mundo! Le dio al Hijo Unico, para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. (Evangelio según San Juan 3, 16)

  • Para quien cree en él no hay juicio. En cambio, el que no cree ya se ha condenado, por el hecho de no creer en el Nombre del Hijo único de Dios. (Evangelio según San Juan 3, 18)

  • Mientras hacen caso de las alabanzas que se dan unos a otros y no buscan la gloria que viene del Unico Dios, ¿cómo podrán creer? (Evangelio según San Juan 5, 44)

  • Y ésta es la vida eterna: conocerte a ti, único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesus, el Cristo. (Evangelio según San Juan 17, 3)

  • No hay comparación entre lo que pasó con este pecador único y el don de Dios en la hora presente. La condenación procedía de una sentencia individual, pero ahora son rehabilitados una multitud de pecadores. (Carta a los Romanos 5, 16)

  • ¡A Dios, el único sabio, por medio de Cristo Jesús, a él sea la gloria por siempre! Amén. (Carta a los Romanos 16, 27)

  • Entonces, ¿se puede comer carne sacrificada a los ídolos? Sabemos que un ídolo no es nada en realidad y que no hay más Dios que el Unico. (1º Carta a los Corintios 8, 4)


O maldito “eu” o mantém apegado à Terra e o impede de voar para Jesus. São Padre Pio de Pietrelcina