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  • La Sabiduría construyó su casa, levantó sus siete columnas. (Proverbios 9, 1)

  • ¡Cómo nos equivocamos lejos de la verdad! La luz de la justicia no nos iluminó, el Sol no se levantó para nosotros. (Sabiduría 5, 6)

  • el que por ella se levantó temprano, casi no tendrá que esforzarse: la hallará sentada a su puerta. (Sabiduría 6, 14)

  • La Sabiduría protegió al padre del mundo, a ese primer hombre que fue formado por Dios y que fue creado como único. Lo levantó de su caída (Sabiduría 10, 1)

  • Incluso profetizó hasta después de su muerte: levantó su voz desde el seno de la tierra para anunciarle al rey que su fin estaba próximo y decirle que el Señor le haría pagar al pueblo su pecado. (Sirácides (Eclesiástico) 46, 20)

  • Por esto Yavé se enojó con su pueblo y levantó su mano para pegarle; los cerros se estremecieron y los cadáveres quedaron tirados esparcidos como la basura en las calles. Pero no se le pasó el enojo, pues siguió con su mano levantada. (Isaías 5, 25)

  • «Ahora me levanto, dice Yavé, y me pongo de pie con toda mi estatura. (Isaías 33, 10)

  • Senaquerib levantó su campamento y se fue. Y de regreso se quedó en Nínive. Un día, mientras estaba adorando, dentro del templo, a Nisroc, su dios, sus hijos Adramelec y Sareser lo asesinaron a puñaladas y se pusieron a salvo en el país de Ararat. Le sucedió en el trono su hijo Asaradón. (Isaías 37, 37)

  • El Señor Yavé te responde de esta manera: Hago señas con la mano a las naciones y levanto mi bandera para que la vean los pueblos. Te traerán a tus hijos en brazos y a tus hijas sobre los hombros. (Isaías 49, 22)

  • Mientras las tinieblas cubrían la tierra y los pueblos estaban en la noche, sobre ti se levantó Yavé, y sobre ti apareció su Gloria. (Isaías 60, 2)

  • Entonces el espíritu me levantó mientras oía detrás de mí una formidable aclamación: "¡Bendita sea la Gloria de Yavé en todo lugar!" (Ezequiel 3, 12)

  • Me levanto entonces y me dirijo al valle. Veo allí la Gloria de Yavé: estaba allí tal como había visto la Gloria a orillas del río Quebar. Inmediatamente me echo de bruces al suelo. (Ezequiel 3, 23)


“Onde não há obediência, não há virtude. Onde não há virtude, não há bem, não há amor; e onde não há amor, não há Deus; e sem Deus não se chega ao Paraíso. Tudo isso é como uma escada: se faltar um degrau, caímos”. São Padre Pio de Pietrelcina