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  • Se apoderó de mí el Espíritu el día del Señor y oí a mis espaldas una voz que sonaba como trompeta: (Apocalipsis 1, 10)

  • El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las Iglesias: «Al vencedor le daré de comer del árbol de la vida, que está en el Paraíso de Dios.» (Apocalipsis 2, 7)

  • El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las Iglesias: «El vencedor no tiene nada que temer de la segunda muerte.» (Apocalipsis 2, 11)

  • El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias: «Al vencedor le daré un maná misterioso. Le daré también una piedra blanca con un nombre nuevo grabado en ella que sólo conoce el que lo recibe.» (Apocalipsis 2, 17)

  • El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias. (Apocalipsis 2, 29)

  • Recuerda lo que recibiste y oíste; ponlo en práctica y arrepiéntete. Porque si no te mantienes despierto vendré como un ladrón, sin que sepas a qué hora te sorprenderé. (Apocalipsis 3, 3)

  • El que tenga oídos, escuche este mensaje del Espíritu a las Iglesias. (Apocalipsis 3, 6)

  • El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias. (Apocalipsis 3, 13)

  • El que tenga oídos, oiga este mensaje del Espíritu a las Iglesias. (Apocalipsis 3, 22)

  • Después de esto miré. Vi una puerta abierta en el cielo y la voz que antes había oído semejante a una trompeta me decía: «Sube aquí y te mostraré lo que va a suceder en seguida.» (Apocalipsis 4, 1)

  • Yo seguía mirando, y oí el clamor de una multitud de ángeles que estaban alrededor del trono, de los Seres Vivientes y de los Ancianos. Eran millones, centenares de millones (Apocalipsis 5, 11)

  • Y les respondían todas las criaturas del cielo, de la tierra, del mar y del mundo de abajo. Oí que decían: Al que está sentado en el trono y al Cordero, la alabanza, el honor, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 5, 13)


“Resigna-te a ser neste momento uma pequena abelha. E enquanto esperas ser uma grande abelha, ágil, hábil, capaz de fabricar bom mel, humilha-te com muito amor perante Deus e os homens, pois Deus fala aos que se mantêm diante dele humildemente”. São Padre Pio de Pietrelcina