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• Solamente Lucas se ha quedado conmigo. Trae contigo a Marcos, porque me prestará buenos servicios. (II Timoteo 4, 11)

• enseñen a las jóvenes a amar a su marido y a sus hijos, (Tito 2, 4)

• a ser modestas, castas, mujeres de su casa, buenas y respetuosas con su marido. Así la Palabra de Dios no será objeto de blasfemia. (Tito 2, 5)

• así como también Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores. (Filemon 1, 24)

• Por eso, nosotros debemos prestar más atención a lo que hemos escuchado, no sea que marchemos a la deriva. (Hebreos 2, 1)

• Porque el que santifica y los que son santificados, tienen todos un mismo origen. Por eso, él no se avergüenza de llamarlos hermanos, (Hebreos 2, 11)

• y saborearon la buena Palabra de Dios y las maravillas del mundo venidero, (Hebreos 6, 5)

• diciendo: Sí, yo te colmaré de bendiciones y te daré una descendencia numerosa. (Hebreos 6, 14)

• El justo vivirá por la fe, pero si se vuelve atrás, dejaré de amarlo. (Hebreos 10, 38)

• Y por eso, de un solo hombre, y de un hombre ya cercano a la muerte, nació una descendencia numerosa como las estrellas del cielo e incontable como la arena que está a la orilla del mar. (Hebreos 11, 12)

• Pero aspiraban a una patria mejor, nada menos que la celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de llamarse «su Dios» y, de hecho, les ha preparado una Ciudad. (Hebreos 11, 16)

• Por la fe, los israelitas cruzaron el mar Rojo como si anduvieran por tierra firme, mientras los egipcios, que intentaron hacer lo mismo, fueron tragados por las olas. (Hebreos 11, 29)