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• Cuando amaneció, Jesús salió y se fue a un lugar desierto. La multitud comenzó a buscarlo y, cuando lo encontraron, querían retenerlo para que no se alejara de ellos. (Lucas 4, 42)

• En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y él estaba de pie a la orilla del lago de Genesaret. (Lucas 5, 1)

• Jesús subió a una de las barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla; después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. (Lucas 5, 3)

• Como no sabían por dónde introducirlo a causa de la multitud, subieron a la terraza y, separando las tejas, lo bajaron con su camilla en medio de la concurrencia y lo pusieron delante de Jesús. (Lucas 5, 19)

• Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo seguía, dijo: «Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe». (Lucas 7, 9)

• En seguida, Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. (Lucas 7, 11)

• Cuando los enviados de Juan partieron, Jesús comenzó a hablar de él a la multitud, diciendo: «¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? (Lucas 7, 24)

• Como se reunía una gran multitud y acudía a Jesús gente de todas las ciudades, él les dijo, valiéndose de una parábola: (Lucas 8, 4)

• Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. (Lucas 8, 19)

• A su regreso, Jesús fue recibido por la multitud, porque todos lo estaban esperando. (Lucas 8, 40)

• porque su única hija, que tenía unos doce años, se estaba muriendo. Mientras iba, la multitud lo apretaba hasta sofocarlo. (Lucas 8, 42)

• Jesús preguntó: «¿Quién me ha tocado?». Como todos lo negaban, Pedro y sus compañeros le dijeron: «Maestro, es la multitud que te está apretujando». (Lucas 8, 45)