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  • Juzguen por ustedes mismos: ¿Les parece conveniente que la mujer ore con la cabeza descubierta? (I Corintios 11, 13)

  • Mi deseo es que todos ustedes tengan el don de lenguas, pero prefiero que profeticen, porque el que profetiza aventaja al que habla un lenguaje incomprensible. A no ser que este último también interprete ese lenguaje, para edificación de la comunidad. (I Corintios 14, 5)

  • Así, ya que ustedes ambicionan tanto los dones espirituales, procuren abundar en aquellos que sirven para edificación de la comunidad. (I Corintios 14, 12)

  • En cambio, si todos profetizan y entra alguno de esos hombres, todos podrán convencerlo y examinarlo. (I Corintios 14, 24)

  • cada uno según el orden que le corresponde: Cristo, el primero de todos, luego, aquellos que estén unidos a él en el momento de su Venida. (I Corintios 15, 23)

  • En seguida vendrá el fin, cuando Cristo entregue el Reino a Dios, el Padre, después de haber aniquilado todo Principado, Dominio y Poder. (I Corintios 15, 24)

  • El último enemigo que será vencido es la muerte, (I Corintios 15, 26)

  • Cuando lo que es corruptible se revista de la incorruptibilidad y lo que es mortal se revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra de la Escritura: La muerte ha sido vencida. (I Corintios 15, 54)

  • Una vez allí, enviaré a los que ustedes hayan elegido, para que lleven a Jerusalén esas donaciones con una carta de recomendación. (I Corintios 16, 3)

  • Pablo, Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, junto con todos los santos que viven en la provincia de Acaya. (II Corintios 1, 1)

  • Convencido de esto, me propuse visitarlos primero a ustedes, para darles una nueva alegría, (II Corintios 1, 15)

  • Y si les he escrito lo que ustedes ya saben, fue para no apenarme al llegar, a causa de aquellos que debían alegrarme, porque estoy convencido de que mi alegría es también la de ustedes. (II Corintios 2, 3)


“Nas tentações, combata com coragem! Nas quedas, humilhe-se mas não desanime!” São Padre Pio de Pietrelcina