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• para que Satanás no saque ventaja de nosotros, ya que conocemos bien sus intenciones. (II Corintios 2, 11)

• no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad viene de Dios. (II Corintios 3, 5)

• Y él murió por todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (II Corintios 5, 15)

• Llévenla ahora a término, para que los hechos respondan, según las posibilidades de cada uno, a la decisión de la voluntad. (II Corintios 8, 11)

• No sea que si alguno de los hermanos de Macedonia va a visitarlos conmigo y los encuentra desprevenidos, nuestra gran confianza se convierta en vergüenza para nosotros, por no decir para ustedes. (II Corintios 9, 4)

• Y cuando estaba entre ustedes, aunque me encontré necesitado, no fui gravoso para nadie, porque los hermanos que habían venido de Macedonia me proveyeron de lo que necesitaba. Siempre evité serles una carga, y así lo haré siempre. (II Corintios 11, 9)

• y tuvieron que bajarme por una ventana de la muralla, metido en una canasta: así escapé de sus manos. (II Corintios 11, 33)

• y cómo aventajaba en el Judaísmo a muchos compatriotas de mi edad, en mi exceso de celo por las tradiciones paternas. (Gálatas 1, 14)

• Nosotros somos judíos de nacimiento y no pecadores venidos del paganismo. (Gálatas 2, 15)

• ¿Eso quiere decir que la Ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ninguna manera! Porque si hubiéramos recibido una Ley capaz de comunicar la Vida, ciertamente la justicia provendría de la Ley. (Gálatas 3, 21)

• porque el monte Sinaí está en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, ya que ella con sus hijos viven en la esclavitud. (Gálatas 4, 25)

• ¿Ven estas letras grandes? ¡Les estoy escribiendo con mi propia mano! (Gálatas 6, 11)