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  • Ezequías tenía veintinueve años cuando comenzó a reinar, y reinó veinticinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Abiá y era hija de Zacarías. (II Crónicas 29, 1)

  • Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. (II Crónicas 33, 1)

  • Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó dos años en Jerusalén. (II Crónicas 33, 21)

  • Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó treinta y un años en Jerusalén. (II Crónicas 34, 1)

  • En el octavo año de su reinado, cuando todavía era joven, comenzó a buscar al Dios de su padre David, y en el año duodécimo comenzó a purificar a Judá y Jerusalén de los lugares altos, de los postes sagrados y de los ídolos esculpidos o de metal fundido. (II Crónicas 34, 3)

  • Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses en Jerusalén. (II Crónicas 36, 2)

  • Joaquím tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. Hizo lo que es malo a los ojos del Señor, su Dios. (II Crónicas 36, 5)

  • Joaquín tenía dieciocho años cuando comenzó a reinar, y reinó tres meses y diez días en Jerusalén. Hizo lo que es malo a los ojos del Señor. (II Crónicas 36, 9)

  • Sedecías tenía veintiún años cuando comenzó a reinar, y reinó once años en Jerusalén. (II Crónicas 36, 11)

  • Desde el primer día del séptimo mes, se comenzó a ofrecer holocaustos al Señor, cuando todavía no se habían puesto los cimientos del Templo del Señor. (Esdras 3, 6)

  • Ellos nos respondieron: ‘Nosotros somos los servidores del Dios del cielo y de la tierra, y estamos reconstruyendo la Casa que fue construida hace ya muchos años. Un gran rey de Israel comenzó a construirla y la concluyó. (Esdras 5, 11)

  • Cuando entró en mi casa, el cabrito comenzó a balar. Yo llamé a mi mujer y le pregunté: "¿De dónde salió este cabrito? ¿No habrá sido robado? Devuélvelo a sus dueños, porque no podemos comer nada robado". (Tobías 2, 13)


“Não se desencoraje se você precisa trabalhar muito para colher pouco. Se você pensasse em quanto uma só alma custou a Jesus, você nunca reclamaria!” São Padre Pio de Pietrelcina