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  • Porque él nos dice en la Escritura: En el momento favorable te escuché, y en el día de la salvación te socorrí. Este es el tiempo favorable, este es el día de la salvación. (II Corintios 6, 2)

  • Fíjense bien lo que ha producido en ustedes la tristeza que proviene de Dios. ¡Cuánta solicitud! ¿Qué digo? ¡Cuántas excusas! ¡Qué indignación! ¡Qué temor! ¡Cuántos deseos ardientes! ¡Qué preocupación! ¡Qué castigo ejemplar! De todas las maneras posibles, ustedes han demostrado que son inocentes en este asunto. (II Corintios 7, 11)

  • Esto nos ha servido de consuelo; y a este consuelo personal, se agregó una alegría mucho mayor todavía: la de ver el gozo de Tito, después que fue tranquilizado por ustedes. (II Corintios 7, 13)

  • nos pidieron, con viva insistencia, que les permitiéramos participar de este servicio en favor de los hermanos de Jerusalén. (II Corintios 8, 4)

  • Está de más que les escriba acerca de este servicio en favor de los hermanos de Jerusalén, (II Corintios 9, 1)

  • Porque este servicio sagrado, no sólo satisface las necesidades de los santos, sino que también es una fuente abundante de acciones de gracias a Dios. (II Corintios 9, 12)

  • Les ruego que cuando esté entre ustedes no me vea obligado a ejercer esa severidad que pienso emplear resueltamente contra aquellos que suponen que nuestra conducta se inspira en motivos carnales. (II Corintios 10, 2)

  • Les aseguro por la verdad de Cristo que reside en mí, que yo no quiero perder este motivo de orgullo en la región de Acaya. (II Corintios 11, 10)

  • ¿Hay que seguir gloriándose? Aunque no esté bien, pasaré a las visiones y revelaciones del Señor. (II Corintios 12, 1)

  • Y sé que este hombre -no sé si con el cuerpo o fuera de él, ¡Dios lo sabe!- (II Corintios 12, 3)

  • que se entregó por nuestros pecados para librarnos de este mundo perverso, conforme a la voluntad de Dios, nuestro Padre, (Gálatas 1, 4)

  • Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Gálatas 5, 14)


“De que vale perder-se em vãos temores?” São Padre Pio de Pietrelcina