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  • Este es el mandamiento que hemos recibido de él: el que ama a Dios debe amar también a su hermano. (I Juan 4, 21)

  • Y el testimonio es este: Dios nos dio la Vida eterna, y esa Vida está en su Hijo. (I Juan 5, 11)

  • El que ve a su hermano cometer un pecado que no lleva a la muerte, que ore y le dará la Vida. Me refiero a los que cometen pecados que no conducen a la muerte, porque hay un pecado que lleva a la muerte; por este no les pido que oren. (I Juan 5, 16)

  • En cambio, todos dan testimonio en favor de Demetrio, y la verdad confirma este testimonio. Nosotros también lo hacemos, y tú sabes que nuestro testimonio es verdadero. (III Juan 1, 12)

  • La paz esté contigo. Los amigos te saludan. Saluda a los nuestros, a cada uno en particular. (III Juan 1, 15)

  • Este atestigua que todo lo que vio es Palabra de Dios y testimonio de Jesucristo. (Apocalipsis 1, 2)

  • Su ejército constaba de doscientos millones de jinetes: yo pude oír este número. (Apocalipsis 9, 16)

  • Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles, (Apocalipsis 12, 7)

  • los elegidos cantaban un canto nuevo delante del trono de Dios, y delante de los cuatro Seres Vivientes y de los Ancianos. Y nadie podía aprender este himno, sino los ciento cuarenta y cuatro mil que habían sido rescatados de la tierra. (Apocalipsis 14, 3)

  • El segundo derramó su copa sobre el mar: este se convirtió en sangre, como si se hubiera cometido un crimen, y perecieron todos los seres vivientes que había en el mar. (Apocalipsis 16, 3)

  • Sobre su frente tenía escrito este nombre misterioso: «Babilonia la grande, la madre de las abominables prostitutas de la tierra». (Apocalipsis 17, 5)

  • En su manto y en su muslo lleva escrito este nombre: Rey de los reyes y Señor de los señores. (Apocalipsis 19, 16)


“A sua função é tirar e transportar as pedras, e arrancar os espinhos. Jesus é quem semeia, planta, cultiva e rega. Mas seu trabalho também é obra de Jesus. Sem Ele você nada pode fazer.” São Padre Pio de Pietrelcina