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  • Mas no oyeron ni aplicaron el oído para convertirse de su malicia y dejar de incensar a otros dioses. (Jeremías 44, 5)

  • La cuesta de Lujit, llorando se la suben, y a la bajada de Joronáyim gritos desgarrados se oyen. (Jeremías 48, 5)

  • y fue quitada alegría y alborozo de Carmelo y del país de Moab, y el vino a los trujales he quitado, no se oye el grito alegre del pisador, ya no se oyen gritos. (Jeremías 48, 33)

  • A Damasco. Avergonzadas están Jamat y Arpad. Porque una noticia mala oyeron, su corazón tembló de espanto; como el mar que no se puede calmar. (Jeremías 49, 23)

  • Sin. ¡Oye cómo gimo: no hay quien me consuele! Todos mis enemigos, enterados de mi mal, se alegran de lo que tú has hecho. ¡Haz que llegue el Día que tienes anunciado, para que sean como yo! (Lamentaciones 1, 21)

  • Hemos pasado a estar debajo y no encima, por haber pecado contra el Señor Dios nuestro desoyendo su voz. (Baruc 2, 5)

  • Señor omnipotente, Dios de Israel, escucha la oración los muertos de Israel, de los hijos de aquellos que pecaron contra ti: desoyeron ellos la voz del Señor su Dios, y por eso se han pegado a nosotros estos males. (Baruc 3, 4)

  • Hijo de hombre, tú vives en medio de la casa de rebeldía: tienen ojos para ver y no ven, oídos para oír y no oyen, porque son una casa de rebeldía. (Ezequiel 12, 2)

  • Oyeron hablar de él las naciones, en su fosa quedó preso; con garfios le llevaron al país de Egipto. (Ezequiel 19, 4)

  • Con garfios le cerraron en jaula, le llevaron al rey de Babilonia en calabozos le metieron, para que no se oyese más su voz por los montes de Israel. (Ezequiel 19, 9)

  • si resulta que alguien oye bien el sonido del cuerno, pero no hace caso, de suerte que la espada sobreviene y le mata, la sangre de este hombre recaerá sobre su propia cabeza. (Ezequiel 33, 4)

  • Así dice el Señor Yahveh: Aquel día te vendrán al corazón proyectos y concebirás perversos planes. (Ezequiel 38, 10)


“Caminhe com alegria e com o coração o mais sincero e aberto que puder. E quando não conseguir manter esta santa alegria, ao menos não perca nunca o valor e a confiança em Deus.” São Padre Pio de Pietrelcina