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  • te has engreído contra el Señor del Cielo, se han traído a tu presencia los vasos de su Casa, y tú, tus dignatorios, tus mujeres y tus concubinas, habéis bebido vino en ellos. Habéis celebrado a los dioses de plata y oro, de bronce y hierro, de madera y piedra, que no ven ni oyen ni entienden, pero no has glorificado al Dios que tiene en sus manos tu propio aliento y de quien dependen todos tus caminos. (Daniel 5, 23)

  • Concebirá el proyecto de subyugar su reino entero; luego hará un pacto con él dándole una hija de las mujeres con el fin de destruirle, pero esto no se logrará ni resultará así. (Daniel 11, 17)

  • Pero ellos no conocen los proyectos de Yahveh, ni comprenden su designio: que los ha reunido como gavillas en la era. (Miqueas 4, 12)

  • ¡No hay remedio para tu herida, incurable es tu llaga! Todos los que noticia de ti oyen baten palmas sobre ti; pues ¿sobre quién no pasó sin tregua tu maldad? (Nahún 3, 19)

  • Se oye gemido de pastores, porque ha sido arrasado su esplendor, se oye rugido de leones, porque ha sido arrasada la gloria del Jordán. (Zacarías 11, 3)

  • En oyéndolo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. (Mateo 2, 3)

  • los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; (Mateo 11, 5)

  • Alguien le dijo: «¡Oye! ahí fuera están tu madre y tus hermanos que desean hablarte.» (Mateo 12, 47)

  • Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden. (Mateo 13, 13)

  • «¡Pero dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque oyen! (Mateo 13, 16)

  • Pues os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron, y oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron. (Mateo 13, 17)

  • Sucede a todo el que oye la Palabra del Reino y no la comprende, que viene el Maligno y arrebata lo sembrado en su corazón: éste es el que fue sembrado a lo largo del camino. (Mateo 13, 19)


“Que Jesus reine sempre soberano no seu coração e o faça cada vez mais digno de seus divinos dons.” São Padre Pio de Pietrelcina