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  • Luego hicieron una colecta de dinero, según las posibilidades de cada uno, (Baruc 1, 6)

  • Les decían: "Ahí os mandamos dinero para que con él compréis holocaustos, sacrificios por el pecado e incienso; haced ofrendas y presentadlas sobre el altar del Señor Dios nuestro. (Baruc 1, 10)

  • Tampoco son capaces de dar ni riquezas ni dinero. Si alguien les hace una promesa y no la cumple, no pueden pedir cuentas. (Baruc 6, 34)

  • Sus sacerdotes han quebrantado mi ley y profanado mi santuario. No han distinguido entre lo sagrado y lo profano, ni han enseñado a discernir lo puro de lo impuro. Han cerrado sus ojos a las violaciones de mis sábados y yo he sido deshonrado en medio de ellos. (Ezequiel 22, 26)

  • Los jefes de la ciudad son como lobos ávidos de presa; derraman sangre y matan a las personas para amasar más y más dinero. (Ezequiel 22, 27)

  • Midió, por fin, el muro que lo cercaba todo alrededor: doscientos cincuenta metros de largo por doscientos cincuenta metros de ancho; servía para separar el lugar sagrado del profano. (Ezequiel 42, 20)

  • Cuando os repartáis por sorteo la tierra en patrimonio, reservaréis al Señor la parte sagrada del territorio: una extensión de doce kilómetros y medio de larga por diez de ancha. Este coto será todo él sagrado. (Ezequiel 45, 1)

  • Comprenderá la parte del territorio sagrado reservada a los sacerdotes: doce kilómetros y medio hacia el norte, cinco de ancha hacia el oeste, cinco de ancha hacia el este y doce y medio de larga hacia el sur. En medio se levantará el santuario del Señor. (Ezequiel 48, 10)

  • ¡Tocad la trompeta en Sión, proclamad un ayuno sagrado, convocad una asamblea, (Joel 2, 15)

  • Esto dice el Señor: Por tres crímenes de Israel y por cuatro no le perdonaré; porque ha vendido al inocente por dinero y al pobre por un par de sandalias; (Amós 2, 6)

  • compraremos al pobre por dinero y al miserable por un par de sandalias; venderemos el salvado del trigo". (Amós 8, 6)

  • Sus jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes enseñan por salario, sus profetas profetizan por dinero y luego se apoyan en el Señor diciendo: "¿Es que no está el Señor en medio de nosotros? ¡Ninguna desgracia nos alcanzará!". (Miqueas 3, 11)


“A divina bondade não só não rejeita as almas arrependidas, como também vai em busca das almas teimosas”. São Padre Pio de Pietrelcina