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Esto dice el Señor: El cielo es mi trono y la tierra el escabel de mis pies. ¿Qué casa podríais construirme, y qué lugar para reposo mío? (Isaías 66, 1)
Entonces se llamará a Jerusalén "el trono del Señor"; a ella acudirán, en el nombre del Señor, todas las naciones y no seguirán más la obstinación de su propio corazón perverso. (Jeremías 3, 17)
Y tú les replicarás: "Esto dice el Señor: Voy a emborrachar a todos los habitantes de este país, a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén. (Jeremías 13, 13)
¡No nos deseches, por amor de tu nombre! ¡No desprecies tu trono glorioso! ¡Acuérdate, no rompas tu alianza con nosotros! (Jeremías 14, 21)
Trono de gloria, desde el principio excelso, es nuestro lugar santo. (Jeremías 17, 12)
entonces, por las puertas de esta ciudad, reyes y príncipes, herederos del trono de David, entrarán montados en carrozas y caballos, ellos y sus ministros, las gentes de Judá y los habitantes de Jerusalén. Y esta ciudad será habitada eternamente. (Jeremías 17, 25)
Escucha la palabra del Señor, oh rey de Judá, que te sientas en el trono de David, tú, así como tus servidores y tu pueblo, los que entráis por estas puertas. (Jeremías 22, 2)
Si observáis de verdad esta orden, entonces por las puertas de esta casa entrarán reyes, herederos del trono de David, montados en carrozas y caballos, así ellos como sus servidores y su pueblo. (Jeremías 22, 4)
Esto dice el Señor: Inscribid así a este hombre; sin hijos, uno que no prosperó en su tiempo; porque ninguno de su estirpe logrará sentarse en el trono de David y reinar en Judá. (Jeremías 22, 30)
Pues bien, esto dice el Señor acerca del rey que se sienta en el trono de David y de todo el pueblo que habita esta ciudad, hermanos vuestros que no fueron deportados como vosotros. (Jeremías 29, 16)
Así esta ciudad se ha hecho el blanco de mi furor y de mi indignación desde el día en que se fundó hasta el día de hoy, y tendré que venir a hacerla desaparecer de mi vista (Jeremías 32, 31)
Pues esto dice el Señor: No le faltará jamás a David un descendiente que se siente en el trono de la casa de Israel, (Jeremías 33, 17)