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  • Sepan que el Señor los recompensará, haciéndolos sus herederos. Ustedes sirven a Cristo, el Señor: (Colosenses 3, 24)

  • Nuestra predicación no se inspira en el error, ni en la impureza, ni en el engaño. (I Tesalonicenses 2, 3)

  • Al contrario, Dios nos encontró dignos de confiarnos la Buena Noticia, y nosotros la predicamos, procurando agradar no a los hombres, sino a Dios, que examina nuestros corazones. (I Tesalonicenses 2, 4)

  • Recuerden, hermanos, nuestro trabajo y nuestra fatiga cuando les predicamos la Buena Noticia de Dios, trabajábamos día y noche para no serles una carga. (I Tesalonicenses 2, 9)

  • Nosotros, por nuestra parte, no cesamos de dar gracias a Dios, porque cuando recibieron la Palabra que les predicamos, ustedes la aceptaron no como palabra humana, sino como lo que es realmente, como Palabra de Dios, que actúa en ustedes, los que creen. (I Tesalonicenses 2, 13)

  • ya que nos impiden predicar a los paganos para que se salven. Así, constantemente están colmando la medida de sus pecados, pero la ira de Dios ha caído sobre ellos para siempre. (I Tesalonicenses 2, 16)

  • También es necesario que goce de buena fama entre los no creyentes, para no exponerse a la maledicencia y a las redes del demonio. (I Timoteo 3, 7)

  • Predica esto y enséñalo. (I Timoteo 4, 11)

  • Los presbíteros que ejercen su cargo debidamente merecen un doble reconocimiento, sobre todo, los que dedican todo su esfuerzo a la predicación y a la enseñanza. (I Timoteo 5, 17)

  • Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos y es descendiente de David. Esta es la Buena Noticia que yo predico, (II Timoteo 2, 8)

  • Tú, en cambio, vigila atentamente, soporta todas las pruebas, realiza tu tarea como predicador del Evangelio, cumple a la perfección tu ministerio. (II Timoteo 4, 5)

  • en lugar de dar crédito a las fábulas judías y a los preceptos de personas que dan la espalda a la verdad. (Tito 1, 14)


“Que Jesus o aperte sempre mais ao Seu divino coração. Que Ele o alivie no sofrimento e lhe dê o abraço final no Paraíso.” São Padre Pio de Pietrelcina