Talált 275 Eredmények: Salomón

  • Entonces Salomón dijo: "El Señor ha decidido habitar en la nube oscura. (I Reyes 8, 12)

  • Salomón se puso ante el altar del Señor, frente a toda la asamblea de Israel, extendió sus manos hacia el cielo (I Reyes 8, 22)

  • Cuando Salomón terminó de dirigir al Señor toda esta oración y esta súplica, se levantó de delante del altar del Señor, donde estaba arrodillado con las manos extendidas hacia el cielo. (I Reyes 8, 54)

  • Salomón inmoló, como sacrificios de comunión en honor del Señor, veintidós mil bueyes y ciento veinte mil carneros. Así, el rey y todos los israelitas dedicaron la Casa del Señor. (I Reyes 8, 63)

  • En aquella ocasión, Salomón, y con él todo Israel, celebró la Fiesta delante del Señor, nuestro Dios, durante siete días. Se congregó una gran asamblea, venida desde la Entrada de Jamat hasta el Torrente de Egipto. (I Reyes 8, 65)

  • Al octavo día, Salomón despidió al pueblo. Ellos bendijeron al rey y se fueron a sus campamentos, con el corazón desbordante de alegría por todo el bien que el Señor había hecho a su servidor David y a su pueblo Israel. (I Reyes 8, 66)

  • Cuando Salomón terminó de construir la Casa del Señor, la casa del rey y todo lo que fue de su agrado, (I Reyes 9, 1)

  • Durante los veinte años que tardó Salomón en construir los dos edificios -la Casa del Señor y la casa del rey- (I Reyes 9, 10)

  • Jirám, rey de Tiro, le proporcionó madera de cedro, madera de ciprés y oro a discreción. Por eso, al cabo de ese tiempo, Salomón cedió a Jirám veinte poblados en la región de Galilea. (I Reyes 9, 11)

  • Jirám salió de Tiro para ver los poblados que le había cedido Salomón. Y como no le gustaron, (I Reyes 9, 12)

  • Jirám había enviado al rey Salomón ciento veinte talentos de oro. (I Reyes 9, 14)

  • Esta fue la manera como Salomón reclutó trabajadores para construir la Casa del Señor, su propia casa, el Terraplén, el muro de Jerusalén, Jasor, Meguido, Guézer, (I Reyes 9, 15)


“Pobres e desafortunadas as almas que se envolvem no turbilhão de preocupações deste mundo. Quanto mais amam o mundo, mais suas paixões crescem, mais queimam de desejos, mais se tornam incapazes de atingir seus objetivos. E vêm, então, as inquietações, as impaciências e terríveis sofrimentos profundos, pois seus corações não palpitam com a caridade e o amor. Rezemos por essas almas desafortunadas e miseráveis, para que Jesus, em Sua infinita misericórdia, possa perdoá-las e conduzi-las a Ele.” São Padre Pio de Pietrelcina