Talált 57 Eredmények: fieras

  • Quedarán extenuados por el hambre, consumidos por la fiebre y la peste maligna; enviaré contra ellos los dientes de las fieras y el veneno de reptiles que se arrastran sobre el polvo. (Deuteronomio 32, 24)

  • Rispá, hija de Aiá, tomó una lona y la tendió para poder recostarse sobre la roca. Así estuvo desde el comienzo de la cosecha hasta que las lluvias cayeron del cielo sobre los cadáveres, espantando durante el día a las aves del cielo y durante la noche a las fieras del campo. (II Samuel 21, 10)

  • ¡Por la vida de Nabucodonosor, rey de toda la tierra, y por el poder de él, que te envió para poner en orden a todos los vivientes! Gracias a ti, no sólo lo sirven los hombres, sino que también, gracias a tu fuerza, las fieras, el ganado y las aves del cielo vivirán sometidos a Nabucodonosor y a toda su dinastía. (Judit 11, 7)

  • Cualquier ciudad o provincia en general que no obre de acuerdo con estas prescripciones, será arrasada sin piedad a sangre y fuego: no sólo resultará intransitable para los hombres, sino que hasta las fieras salvajes y los pájaros le tendrán repulsión para siempre". (Ester 16, 24)

  • Te reirás de la devastación y del hambre y no temerás a las fieras de la tierra. (Job 5, 22)

  • Sí, tendrás una alianza con las piedras del campo y las fieras estarán en paz contigo. (Job 5, 23)

  • las fieras se meten en sus guaridas y se refugian en sus madrigueras. (Job 37, 8)

  • porque las montañas le aportan un tributo, y también las fieras que retozan en ellas. (Job 40, 20)

  • Porque son mías todas las fieras de la selva, y también el ganado de las montañas más altas. (Salmos 50, 10)

  • aplastaste las cabezas de Leviatán y lo diste como alimento a las fieras del desierto. (Salmos 74, 14)

  • dieron los cadáveres de tus servidores como pasto a las aves del cielo, y la carne de tus amigos, a las fieras de la tierra. (Salmos 79, 2)

  • mandas la oscuridad, y cae la noche: entonces rondan las fieras de la selva (Salmos 104, 20)


“O Senhor sempre orienta e chama; mas não se quer segui-lo e responder-lhe, pois só se vê os próprios interesses. Às vezes, pelo fato de se ouvir sempre a Sua voz, ninguém mais se apercebe dela; mas o Senhor ilumina e chama. São os homens que se colocam na posição de não conseguir mais escutar.” São Padre Pio de Pietrelcina