Talált 306 Eredmények: Jefes

  • Se prepara la mesa, se despliega el mantel, se come y se bebe. - ¡Levantaos, jefes, engrasad el escudo! (Isaías 21, 5)

  • Todos sus jefes huyeron a una: del arco escapaban. Todos tus valientes fueron apresados a una: lejos huían. (Isaías 22, 3)

  • Cuando estuvieron en Soán sus jefes, y cuando sus emisarios llegaron a Janés, (Isaías 30, 4)

  • Aterrado, abandonará su tropa, y sus jefes espantados abandonarán su estandarte. Oráculo de Yahveh, que tiene fuego en Sión, y horno en Jerusalén. (Isaías 31, 9)

  • He aquí que para hacer justicia reinará un rey, y los jefes juzgarán según derecho. (Isaías 32, 1)

  • pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. (Jeremías 1, 18)

  • Cual se avergüenza el ladrón cuando es sorprendido, así se ha avergonzado la casa de Israel: ellos, sus reyes, sus jefes, sus sacerdotes y sus profetas, (Jeremías 2, 26)

  • Oyeron esto los jefes de Judá, y subieron de la casa del rey a la Casa de Yahveh, y se sentaron a la entrada de la Puerta Nueva de la Casa de Yahveh. (Jeremías 26, 10)

  • Y los sacerdotes y profetas, dirigiéndose a los jefes y a todo el pueblo, dijeron: «¡Sentencia de muerte para este hombre, por haber profetizado contra esta ciudad, como habéis oído con vuestros propios oídos!» (Jeremías 26, 11)

  • Dijo Jeremías a todos los jefes y al pueblo todo: «Yahveh me ha enviado a profetizar sobre esta Casa y esta ciudad todo lo que habéis oído. (Jeremías 26, 12)

  • Dijeron los jefes y todo el pueblo a los sacerdotes y profetas: «No merece este hombre sentencia de muerte, porque en nombre de Yahveh nuestro Dios nos ha hablado.» (Jeremías 26, 16)

  • y oyó el rey Yoyaquim y todos sus grandes señores y jefes sus palabras, y el rey buscaba matarle. Enteróse Urías, tuvo miedo, huyó y entró en Egipto. (Jeremías 26, 21)


“A cada vitória sobre o pecado corresponde um grau de glória eterna”. São Padre Pio de Pietrelcina