Talált 458 Eredmények: muerte

  • El último enemigo en ser destruido será la Muerte. (I Corintios 15, 26)

  • Cada día estoy a la muerte ¡sí hermanos! gloria mía en Cristo Jesús Señor nuestro, que cada día estoy en peligro de muerte. (I Corintios 15, 31)

  • Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: La muerte ha sido devorada en la victoria. (I Corintios 15, 54)

  • ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? (I Corintios 15, 55)

  • El aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la Ley. (I Corintios 15, 56)

  • Pues hemos tenido sobre nosotros mismos la sentencia de muerte, para que no pongamos nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. (II Corintios 1, 9)

  • para los unos, olor que de la muerte lleva a la muerte; para los otros, olor que de la vida lleva a la vida. Y ¿quién es capaz para esto? (II Corintios 2, 16)

  • Que si el ministerio de la muerte, grabado con letras sobre tablas de piedra, resultó glorioso hasta el punto de no poder los hijos de Israel fijar su vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, aunque pasajera, (II Corintios 3, 7)

  • Pues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregados a la muerte por causa de Jesús, a fin de que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. (II Corintios 4, 11)

  • De modo que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida. (II Corintios 4, 12)

  • como desconocidos, aunque bien conocidos; como quienes están a la muerte, pero vivos; como castigados, aunque no condenados a muerte; (II Corintios 6, 9)

  • No os digo esto con ánimo de condenaros. Pues acabo de deciros que en vida y muerte estáis unidos en mi corazón. (II Corintios 7, 3)


“O Senhor se comunica conosco à medida que nos libertamos do nosso apego aos sentidos, que sacrificamos nossa vontade própria e que edificamos nossa vida na humildade.” São Padre Pio de Pietrelcina