Talált 196 Eredmények: quedo

  • Pero a Rajab, la prostituta, así como a la casa de su padre y a todos los suyos, Josúe los conservó con vida. Ella se quedó en Israel hasta el día de hoy, por haber escondido a los emisarios que Josué había enviado a explorar Jericó. (Josué 6, 25)

  • Pero los israelitas cometieron un delito en lo del anatema. Akán, hijo de Karmí, hijo de Zabdí, hijo de Zéraj, de la tribu de Judá, se quedó con algo del anatema, y la ira de Yahveh se encendió contra los israelitas. (Josué 7, 1)

  • No quedó un solo hombre en Ay (ni en Betel) que no saliera en persecución de Israel. Y dejaron la ciudad abierta por perseguir a Israel. (Josué 8, 17)

  • Los otros salieron de la ciudad a su encuentro, de modo que los hombres de Ay se encontraron en medio de los israelitas, unos por un lado y otros por otro. Estos los derrotaron hasta que no quedó superviviente ni fugitivo. (Josué 8, 22)

  • Yahveh los entregó en manos de Israel, que los batió y persiguió por occidente hasta Sidón la Grande y hasta Misrefot y, por oriente, hasta el valle de Mispá. Los batió hasta que no quedó ni uno vivo. (Josué 11, 8)

  • Pasaron a cuchillo a todo ser viviente que había en ella, dando cumplimiento al anatema. No quedó alma viva y Jasor fue entregada a las llamas. (Josué 11, 11)

  • No quedó un anaquita en el país de los israelitas; sólo quedaron en Gaza, Gad y Asdod. (Josué 11, 22)

  • El país quedó tranquilo cuarenta años. Y murió Otniel, hijo de Quenaz. (Jueces 3, 11)

  • Aquél día fue humillado Moab bajo la mano de Israel, y el país quedó tranquilo ochenta años. (Jueces 3, 30)

  • Baraq persiguió a los carros y al ejército hasta Jaróset Haggoyim. Todo el ejército de Sísara cayó a filo de espada: no quedó ni uno. (Jueces 4, 16)

  • ¡Así perezcan todos tus enemigos, oh Yahveh! ¡Y sean los que te aman como el salir del sol con todo su fulgor! Y el país quedó tranquilo cuarenta años. (Jueces 5, 31)

  • Y Dios lo hizo así aquella noche. Quedó seco solamente el vellón y por todo el suelo había rocío. (Jueces 6, 40)


“O Santo Sacrifício da Missa é o sufrágio mais eficaz, que ultrapassa todas as orações, as boas obras e as penitências. Infalivelmente produz seu efeito para vantagem das almas por sua virtude própria e imediata.” São Padre Pio de Pietrelcina