Talált 385 Eredmények: desierto del Sinaí

  • Moisés se hizo con dos tablas como las primeras, se levantó de madrugada y subió a la montaña del Sinaí, como se lo había mandado el Señor, llevando consigo las dos tablas de piedra. (Exodo 34, 4)

  • Cuando Moisés bajó de la montaña del Sinaí trayendo en sus manos las dos tablas de la ley, no sabía que la tez de su cara se había vuelto radiante durante sus conversaciones con el Señor. (Exodo 34, 29)

  • Después se acercaron a él todos los israelitas, y Moisés les ordenó todo lo que le había dicho el Señor en la montaña del Sinaí. (Exodo 34, 32)

  • Así se lo prescribió el Señor a Moisés en el monte Sinaí el día que ordenó a los israelitas en el desierto del Sinaí presentar sus ofrendas al Señor. (Levítico 7, 38)

  • El macho cabrío sobre el que haya caído la suerte de Azazel será presentado vivo delante del Señor, para hacer sobre él el rito de absolución y mandarlo al desierto, donde está Azazel. (Levítico 16, 10)

  • pondrá las dos manos sobre su cabeza, confesará sobre él todas las faltas de los israelitas, todas sus transgresiones, todos sus pecados y, una vez cargados sobre la cabeza del macho, lo mandará al desierto por medio de un hombre designado para ello; (Levítico 16, 21)

  • el macho cabrío llevará sobre sí todas sus iniquidades a tierra desierta. El macho cabrío será abandonado en el desierto. (Levítico 16, 22)

  • El Señor habló a Moisés en el monte Sinaí así: (Levítico 25, 1)

  • Éstos son los mandamientos, prescripciones y leyes que estableció el Señor entre él y los israelitas en el monte Sinaí por medio de Moisés. (Levítico 26, 46)

  • Éstos son los mandamientos que el Señor dio a los israelitas en el monte Sinaí por medio de Moisés. (Levítico 27, 34)

  • El día uno del segundo mes del segundo año de la salida de Egipto, en el desierto del Sinaí, en la tienda de la reunión, el Señor dijo a Moisés: (Números 1, 1)

  • Tal como el Señor había ordenado a Moisés, así se hizo el censo en el desierto del Sinaí. (Números 1, 19)


“Subamos sem nos cansarmos, sob a celeste vista do Salvador. Distanciemo-nos das afeições terrenas. Despojemo-nos do homem velho e vistamo-nos do homem novo. Aspiremos à felicidade que nos está reservada.” São Padre Pio de Pietrelcina